LYANNA
Todo
era nuevo y excitante. Lyanna nunca había salido de Invernalia y encontrarse
ahora en Harrenhal para asistir al torneo era toda una experiencia. Había
movimiento por doquier: puestos que ofrecían todo tipo de manjares desconocidos
para ella, joyas, telas y hasta lo que decían ser auténticos huevos de dragón,
prostitutas que enseñaban su mercancía al paso de los hombres, bardos cantando Un barril de cerveza, una de las
canciones favoritas de su prometido… Su hermano Brandon la guiaba por todo aquel
gentío, mientras que Ned y Benjen iban detrás. La escoltaban como si fuera una
gema preciosa que pudiera ser robada y eso la agobiaba. Pero era normal que se
preocuparan. Una muchacha joven corría peligro en un lugar tan atestado como
aquél, donde los pícaros, los ladrones e incluso los dueños de burdeles estaban
al acecho aprovechando la confusión.
Se
dirigían hacia el hospedaje donde estaban pasando los días previos al torneo de
Lord Whent. Lyanna estaba cada vez más sofocada, no sólo por la cantidad de
gente que se apretujaba en las calles, sino porque sus ropas no eran demasiado
frescas. Acostumbrada al frío de Invernalia, Harrenhal, situada en la Tierra de
los Ríos, era para ella extremadamente calurosa, y más ese año, el de la Falsa
Primavera. Se secó el sudor con la manga de su túnica y trató de no pensar en
la sed que empezaba a tener. Brandon le pasó el brazo por el hombro y le
preguntó si aguantaría hasta el hospedaje, a lo que ella asintió. Salieron por
fin de la angosta calle a un plaza más amplia, pero no menos populosa, en la
que estaba la hospedería. Entraron en el salón principal del lugar, que también
servía de comedor. «Os dije que era una locura salir hoy a conocer el lugar»,
protestó Ned, sacudiéndose el jubón. «Lyanna: esta tarde te quedarás en tu
habitación y yo bajaré a comprarte unas ropas más ligeras. Espero que confíes
en mis gustos.» Lyanna no dijo nada, sólo sonrió un poco avergonzada por haber
obligado a sus hermanos a enseñarle Harrenhal. Brandon le trajo un cuerno con
cerveza ligera, mientras Benjen iba pidiendo algo para almorzar. No se había
dado cuenta de lo hambrienta que estaba hasta que se sentaron a comer.
Robert
apareció por el lugar, sudoroso y un poco alterado. «Por los Siete que hace un
calor insoportable. ¡Mozo, un cuerno de cerveza fuerte, pronto!» Lyanna lo
invitó a sentarse junto a ella. Él le dio un beso en la mejilla bajo la atenta
mirada de sus futuros cuñados. Cuando estaban a solas, Robert la besaba en la
boca y ella se dejaba hacer, divertida, pero sin experimentar nada más que un
ligero cosquilleo en las mejillas. Tampoco esperaba mucho más que eso y creía
que todo lo que sus sirvientas le habían contado acerca de los enamoramientos y
los besos eran sólo cosas de los libros y las canciones. Apreciaba a Robert y
para ella era suficiente.
Terminado
el almuerzo, subieron a sus aposentos para descansar un poco. Robert la
acompañó hasta la puerta de su habitación y le dio un beso apasionado al que
ella respondió con afecto. Una vez a solas, Lyanna sacó de su equipaje una
espada ligera que había traído consigo. La había bautizado con el nombre de Espetón, y había sido forjada en secreto
por el herrero de Invernalia. Estaba harta de tener que cargar con espadones
demasiado pesados para ella, así que mandó fabricarla para sus entrenamientos
privados. No veía justo que las mujeres no pudieran participar en los torneos
¡Con lo que ella se divertía viendo la cara de Robert cuando se enfrentaban en
el bosque! Se quitó la ropa y se metió en la cama con un camisón. A pesar del
cansancio, no conseguía conciliar el sueño por la excitación de todo lo que
presenciaría en los días siguientes.
Pasada casi una hora y
viendo que no había manera de dormir, volvió a vestirse, esta vez con menos
ropa, tomó a Espetón y bajó al vestíbulo.
Sabía que sus hermanos la matarían si se enteraban de que había salido sola. En
la entrada estaba Benjen, que tampoco había podido pegar ojo. Decidieron
quedarse en la puerta de la posada charlando cuando, de repente, oyeron cerca
lo que parecía una fuerte discusión. Curiosos, salieron a la calle para ver
mejor: se trataba de un trifulca entre cuatro personas, aunque se veía
claramente que tres de ellos iban juntos y estaban acosando a un cuarto, al que
llamaban “comerranas”. Los dos hermanos, a pesar de ser sólo unos críos, no
pudieron remediar acudir en ayuda de la víctima. Lyanna se adelantó decidida,
con la mano en la empuñadura de su espada, que llevaba oculta, al tiempo que
instaba a los tres atacantes a dejar en paz al pobre hombre, que intentaba defenderse
torpemente. Los rufianes, los cuales tenían pinta de simples escuderos no
mayores que ella, miraron a los dos muchachos con desdén y un gesto de burla en
sus bocas mientras Lyanna decía: «Sois unos cobardes. ¡Tres contra uno y,
además, desarmado! ¡Venid a luchar con nosotros si os atrevéis, miserables!»
Los tres estallaron en carcajadas y empezaron a acercarse con caras libidinosas
hacia ella, pero callaron de golpe cuando vieron que empuñaba Espetón. «Soy Lyanna Stark y éste es mi
hermano Benjen. Somos hijos del señor de Invernalia, Lord Rickard Stark, y os
ordeno que dejéis en paz a este hombre. Lo digo por las buenas.» Blandió la
espada diestramente y cortó las ropas de uno de los escuderos sin que aquél se
diera apenas cuenta. Los otros dos se miraron sorprendidos y dieron un paso
hacia atrás. Lyanna no tenía miedo, sino todo lo contrario. Sentía un calor
placentero en todo el cuerpo fruto de la tensión del momento y eso la hacía más
atrevida. Benjen estaba perplejo, pero disimuló su sorpresa poniendo cara de pocos amigos
y haciendo el ademán de sacar un arma. Los tres escuderos levantaron las manos
en señal de rendición y se fueron corriendo. Lyanna se acercó a la persona a
quien había salvado y le preguntó su nombre. «Howland Reed, mi señora.» «¡De
Atalaya de Aguasgrises, un lacustre, qué casualidad!», exclamó Lyanna y,
volviéndose hacia su hermano, continuó hablando: «Benjen, los Reed son vasallos
de nuestra casa desde tiempos inmemoriales. Me alegro de haber hecho algo por
uno de los nuestros.» Puso la mano sobre el hombro de Howland y lo invitó a
acompañarlos al interior del hospedaje, mientras miraba hacia donde habían
huido los tres escuderos. «Esos patanes se merecen un buen castigo», dijo para
sí.
Una vez dentro, la
muchacha pidió a la posadera lino y una palangana con agua para limpiar y curar
las heridas del lacustre. Después tomaron algo de beber y un poco de comida.
Lyanna vio bajar a sus hermanos tras la siesta, los cuales contemplaron sorprendidos
la escena. Ella hizo las presentaciones y comentó el episodio con los
escuderos. Brandon y Eddard escucharon con rostro serio, pero terminaron
felicitando a sus dos hermanos pequeños por su valentía. De repente, a Lyanna
se le ocurrió una idea: «¿Por qué no nos acompañas a la cena que hay antes de
que empiece el torneo, Howland? ¡Será divertido!» Howland no parecía muy
convencido, sin embargo terminó aceptando.
Vaya aventurera que es Lyanna jajaj me encanta, a ver si no se disfraza y participa en el torneo, sería genial ajja, me alegra que ayudaran al joven, no es justa la disputa, hay será que Lyanna aún no siente el verdadero amor, creo que es la impresión del primero beso, ya veremos, gracias Athena.
ResponderEliminarLyanna es impetuosa...
EliminarValiente, decidida y justa, toda una aventurera Lyanna!
ResponderEliminarUna Stark :)
Eliminarmuy bueno pero hay varios capitulos que no se pueden leer como el 4 o el 9 tambien el 1 el 10 y otros que no me deja leerlo
ResponderEliminarGracias por leer y comentar :)
EliminarLo de los capítulos que no puedes leer, ¿es en el móvil? Si es así, pon "versión web" y los podrás leer. Hazme saber si has conseguido leerlos.