EDDARD
Como
era de esperar, Benjen y Lyanna habían amanecido enfermos tras la cena. Ambos se
quejaban de dolor de estómago y náuseas y se lamentaban una y otra vez por no
haber hecho caso a Bran y a Ned de no comer aquella cosa infame. Robert se
ofreció a cuidar de ambos, pero Lyanna se negó rotundamente. No quería que su
prometido se perdiera nada del torneo. Además, podían pagar a una de las
criadas del hospedaje para que se ocupara de ellos, ya que llevaban dragones de
oro como para comprar media docena de caballos. Brandon no puso objeción
ninguna, pero Robert y Eddard no terminaban de decidir si ir al torneo o no. «Id, por favor», insistía Lyanna, «Quiero que alguien me cuente todo con pelos
y señales, y seis ojos ven más que dos.» Así las cosas, dejaron a los enfermos
y se fueron a las justas.
Ya
estaban en el recinto y ocuparon sus asientos. Ned se había aburrido el día
anterior y esperaba que éste fuera un poco más emocionante. Y de hecho empezó a
serlo cuando apareció un caballero con atributos del Norte llamado el Caballero
del Arciano. Brandon y él se miraron extrañados, preguntándose quién sería. Por
el tamaño, el desconocido podía ser aquel lacustre al que Lyanna defendió de los
escuderos, pero esas gentes no solían entrenar para luchas de este tipo. Se
pasó la mano por la frente sudorosa y trató de concentrarse en lo que ocurría
en la arena.
Comenzó la primera
justa: el Caballero del Arciano contra el representante de la casa High. Todo
ocurrió muy rápido. El desconocido rompió el escudo de su contrario y lo
derribó de la silla con una facilidad pasmosa, lo que hizo enmudecer al
público. El derrotado apenas podía tenerse en pie tras la caída, de manera que
se dio por vencedor al Caballero del Arciano. Éste desmontó y se acercó a su no
menos extraño escudero para decirle algo. Eddard se dio cuenta de que su lanza
no era demasiado grande, pero tenía buena puntería para dar en el sitio justo
al oponente. El siguiente en enfrentarse al norteño fue el caballero de la casa
Blount. Eddard miró su escudo y vio el puerco espín, emblema de dicha casa. El
desconocido tomó posiciones, elevó la lanza y se dirigió hacia el nuevo
contrincante. Éste consiguió tocar al norteño y desequilibrarlo, tanto que Ned
temió por él. Sin saber quién era, empezaba a tenerle simpatía por su arrojo.
Cada uno llegó al final de la arena y volvió a la carga para descabalgar al
contrario. Esta vez el desconocido acertó de pleno y derribó al representante
de los Blount que, al caer, pareció perder el sentido, pero reaccionó
rápidamente sacando su espada. El Caballero del Arciano sacó la suya a su vez,
pero el caído apenas tenía fuerzas para sujetar la suya. ¡Había vuelto a
vencer! Eddard no era el único que estaba emocionado: Brandon y Robert también
se veían contentos, y todo el graderío aplaudía con fuerza.
Se determinó una pausa
para que el campeón descansara antes de enfrentarse a su último rival: el
miembro de la casa Frey. El desconocido entró en la tiendecilla dispuesta para
que los participantes en las justas se refrescaran. El escudero lo siguió hacia
el interior, teniendo mucho cuidado de no mostrar su rostro. Eddard notaba un
aire familiar en él, pero no acertaba a determinar qué era lo que le resultaba
conocido.
Tras una media hora, el
Caballero del Arciano volvió a salir. Por la manera de andar, Eddard hubiera
dicho que se trataba de otra persona, pero el tamaño era el mismo. El joven
montó su caballo y tomó la lanza de una forma extraña, como si no supiera muy
bien cómo sujetarla. El caballero Frey ya estaba preparado. Ambos picaron a sus
caballos y se lanzaron a la carrera. El Frey bajó la lanza con rapidez y
derribó al desconocido a la primera. El público soltó una exclamación de pesar,
pero se oyó un suspiro de alivio cuando el derribado se puso rápidamente en
pie, sacó su espada y esperó a que el otro caballero desmontara. A pesar de que
el anónimo participante tenía una armadura formada por partes de distinta
procedencia que le daba un aspecto de perdedor, su manejo de la espada era
notable. Eddard, experto en esas lides, observó que el arma era más pequeña de
lo habitual, como adaptada al tamaño de su dueño, que también era pequeño, lo
que no le impedía moverse con una rapidez extraordinaria. En poco tiempo
derrotó a su contrincante.
El público estaba
entregado a tan aguerrido luchador, no sólo por la hazaña que había conseguido,
sino porque había derrotado a tres hombres que no gozaban con la simpatía de
los asistentes. La gente gritaba al desconocido que se quitara el yelmo, pero
éste se negaba. Empezaron a aclamarlo «¡Viva el Caballero del Árbol Sonriente,
Campeón de Harrenhal!» El vencedor se acercó a los derrotados para exigirles el
precio a pagar por recuperar sus caballos y armaduras. El silencio se hizo en
el lugar. Una voz extrañamente grave, como si retumbara, salió del yelmo: «Enseñad honor a vuestros escuderos, es todo el rescate que preciso.»
Sin añadir nada más, corrió hacia su caballo y salió de allí acompañado al
trote por su escudero. El rey Aerys se levantó enfurecido, como loco: «¡Es un
traidor! ¡Seguro que quiere matarme! ¡Apresadlo, rápido!» Eddard vio como
Rhaegar calmaba a su padre poniéndole una mano en el hombro. «Padre, estad
tranquilo: yo lo detendré.» Se colocó un yelmo, tomó un caballo y se lanzó tras
el jinete que huía.
Hay jaja ahora quiero saber con más ganas quién es ese misterioso caballero, *-* que intriga jaja, emocionante capítulo gracias Athena.
ResponderEliminarque ganas de que Rhaegar alcance al misterioso caballero!!
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