LYANNA
Hacía
dos semanas que Ned y Robert habían vuelto a Invernalia, pero a Lyanna se le
habían pasado muy rápido, en parte gracias a la presencia del joven Baratheon.
El amigo de su hermano se había comportado los primeros días con la timidez de
siempre, aunque después fue tomando una nueva confianza que antes no tenía: a
veces la miraba directamente a los ojos, como retándola, y parecía más seguro
de sí mismo.
Aquella mañana Lyanna
madrugó para salir a cabalgar en solitario. Bajó rápidamente con un trozo de
pan en la mano al que iba dándole bocados, cuando se dio de bruces con Robert.
Éste la sujetó diestro viendo que ella perdía el equilibrio, al tiempo que
evitaba que el pan se le cayera al suelo. Lyanna se quedó pasmada ante la
agilidad del muchacho y se puso colorada por ser tan torpe. Él la mantuvo por
un momento entre sus brazos, pero ella se deshizo de su abrazo con suavidad. Sin
mediar palabra, extendió la mano para que él le devolviera el pan, pero Robert
jugueteó un poco con el trozo, haciéndola reír. Lyanna frunció el ceño,
fingiendo enfado. «Robert, no seas crío. Dame el pan, anda, sé un niño bueno o
tendré que azotarte en el trasero como hacen las tatas.» El joven desvió la
mirada un poco sorprendido por su frase pero, antes de acceder a la solicitud
de ella, dio un bocado al mendrugo sin quitarle ojo a la muchacha. Lyanna
sintió que la sangre le subía a la cara. Hasta ese momento, esas cosas sólo le
ocurrían a Robert con ella, pero ahora parecía que él empezaba a controlar la
situación y eso no la agradaba. No quería que nadie tomara el poder de sus
sentimientos, y menos Robert, que era como un hermano. Al menos ella lo veía así,
a pesar de que cada vez le resultaba más atractivo, y sobre todo desde que se
afeitó la barba… ¿O era algo más que una atracción física lo que empezaba a
sentir hacia él? No sabría decirlo. Lyanna no había conocido más hombres que a los de su familia, sin contar a
los miembros de la servidumbre. No era demasiado aficionada a los poemas y
cuentos sobre damas y caballeros, así que tampoco tenía idea de qué sentía una
chica cuando se enamoraba. Se preguntó si sería amor lo que empezaba a
experimentar hacia Robert. La verdad era que le encantaba hablar con él, que le
contara historias sobre su pupilaje y verlo entrenarse con la espada. Además, la
hacía reír y se notaba que la adoraba. ¿Había que esperar más de un amante?
Pensó que no. De todas formas, se consideraba demasiado joven para atarse a
ningún hombre.
Tras
el jugueteo con el pan, Robert se ofreció para acompañar a Lyanna en su paseo
matinal. Ella hubiera preferido ir sola, pero aceptó la propuesta y vio como al
muchacho se le iluminaba la cara. «Pero con una condición», añadió ella con
expresión seria, «Serás mi contrincante en una lucha a espada.» Robert no
llevaba ningún arma encima, pero Lyanna corrió hacia la herrería y sustrajo dos
espadas de buen tamaño. Una vez en sus monturas, se dirigieron al bosque a
trote lento. Por el camino empezaron a hablar de temas triviales y estuvieron
bromeando sobre cómo se comportaba Eddard durante el pupilaje en el Valle de
Arryn. Lyanna quería mucho a sus hermanos, sobre todo a Ned, pero reconocía que
era un chico excesivamente rígido para su edad y le hacía gracia pensar en todos
los desencuentros que podían tener los dos amigos al ser tan diferentes.
Llegaron al claro
preferido de Lyanna, ataron a los animales y se dispusieron a comenzar el duelo.
Robert no parecía tomar en serio el desafío de la muchacha en un principio.
Pero cuando vio lo certeras que eran sus estocadas, comenzó a poner bastante
empeño en lo que había comenzado como un juego. Lyanna sonreía viendo el
desconcierto de Robert, el cual no conseguía ni siquiera rozar el vestido de
ella. Lyanna era rápida y ágil, pero la espada pesaba demasiado y,
tras un buen rato, ya notaba el cansancio, aunque no quería que Robert se diera
cuenta. Éste aprovechó un momento débil de Lyanna y le quitó la espada de la
mano con un golpe de su acero. Ella se tambaleó y cayó hacia atrás y Robert se
lanzó a cogerla, pero también perdió el equilibrio, sin poder evitar caer sobre
la muchacha. «¿Estás bien? Espero no haberte lastimado con mi peso.» La joven
negó con la cabeza, sin mirarlo, y se deslizó para quitarse a Robert de encima.
Tras el incidente, tomaron asiento bajo la sombra de los árboles. El silencio
se adueñó del momento y pronto se sintieron incómodos, sin saber qué hacer ni
qué decir. Robert tomó la iniciativa. «Lyanna, espero no ser demasiado
atrevido, pero me gustaría confesarte algo…» Ella bajó los ojos, como sin
querer escuchar lo que Robert iba a decirle, pero en su interior notaba cierto
nerviosismo. El joven le tomó una mano y siguió hablando: «Seguro que ya sabes
qué es, porque eres una muchacha muy lista. O tu hermano Ned te habrá dicho
algo». Lyanna lo miró: «No sé a qué te refieres, Robert. Ned no me ha comentado
nada sobre ti que pudiera tener que ver conmigo…» Otra vez notó calor en las
mejillas y sabía que no era por efecto del ejercicio que acababan de hacer.
¿Era normal sentir algo así? Las dudas la asaltaban, pero dejó a Robert seguir. «Si no te lo digo creo que terminaré explotando… Te quiero prácticamente desde
que te vi, desde que éramos unos críos, y ahora te amo más que nunca. Eres
preciosa, más que ninguna muchacha que haya conocido hasta el momento, y daría
mi vida por ti.» Ella se quedó callada, reflexionando, hasta que decidió
hablar: «Oh, Robert, eres encantador… Siempre has sido tan amable conmigo que
no puedo sino decirte que yo también te quiero, aunque aún no tengo claros mis
sentimientos. Soy tan joven…» Le acarició la cara. Tenía la piel muy suave y
fresca por el sudor, y sus rasgos eran tan masculinos… Sus ojos azules la miraban
con una mezcla de adoración y deseo animal. Lyanna sintió miedo por un momento
al pensar que Robert se lanzaría a besarla, así que apartó su mano del rostro
de él a fin de evitar quemarse, porque le daba la sensación de que estaba
jugando con fuego, aunque le gustaba... «Pienso que deberías esperar un poco,
Robert. No creo que mi padre aprobara que yo tuviera un pretendiente aún.» Pero
el muchacho no pareció quedar muy convencido.
Jajja que buen capítulo, hay esos encuentros en el bosque son tan románticos, pues parece que ya se enamoraron, me encanta la pareja, solo espero que Robert no la haga sufrir, porque es una chica muy dulce, divertido el juego que hicieron y la manera tan sutil en que se dieron cuenta de sus sentimientos, a ver que pasa ahora, porque veo que Lyanna no está segura si dejarse cortejar por su corta edad, gracias Athena me encanta imaginar los escenarios de esta historia.
ResponderEliminarRobert está coladísimo por Lyanna. Ella... se deja querer.
EliminarRobert tenia los ojos azules.
ResponderEliminarCierto. Lo leí después y no estaba segura de si lo había escrito o no. Eso tiene arreglo. Gracias.
ResponderEliminarwauu robert que impetuoso asi me gustan
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