Capítulo 7

EDDARD

            Los últimos acontecimientos familiares lo tenían confuso, todo había sido demasiado precipitado. Brandon ya había salido hacia Aguasdulces y ahora él se quedaba como la mano derecha de su padre. Por otra parte, Robert estaba henchido de orgullo al haber obtenido la mano de Lyanna. A Ned le sorprendió que su amigo de la infancia no le hubiera confiado algo tan importante. A pesar de que nunca se lo había confesado directamente, el amor de Robert por su hermana era como un secreto a voces, de forma que le dolió en su fuero interno que no le hubiera revelado la idea de pedir su mano. Ni siquiera tanteó el terreno: así era Robert, impulsivo y decidido, y Eddard reconocía que eso lo convertiría en un triunfador en la vida. Él era más inseguro y creía en cosas de las que su amigo se reía, como el honor y la verdad. A Ned no le gustaba que Robert se tomara a la ligera esos principios, y menos ahora que era el prometido de Lyanna, pero sabía que el joven nunca haría nada que pudiera ofender a la muchacha de la que estaba enamorado desde hacía años. O eso quería creer.

            Salió hacia el patio y descubrió a Robert entrenando. Ned no pudo evitar retarlo a una lucha. Aunque anteriormente le había hecho gracia la posible relación entre su hermana y su amigo, ahora que era una realidad ya no le parecía algo tan jocoso. Los Stark consideraban a Lyanna una rara joya que no estaba al alcance de cualquiera. Ned se puso un peto de cuero reforzado y tomó una espada. Se lanzó con rabia hacia Robert y éste se apartó rápido, devolviéndole una estocada que hizo vibrar el brazo del joven Stark. Combatía con ira y Robert pareció notarlo, así que puso fin al duelo tirando la espada al suelo y dando un grito. «¡Ned!, ¿qué demonios te pasa? ¿Es que quieres matarme?» Eddard bajó la cabeza, más avergonzado que cansado. «Perdona Robert, no sé qué me ha pasado. He perdido la compostura.» Su amigo pasó el brazo por su hombro y le dio una sacudida cariñosa. «Vamos, vamos, sé qué es lo que te preocupa: mi compromiso con tu hermana. ¿Acaso crees que estoy ciego? Vosotros, los Stark, tan rápidos de temperamento y tan lentos de mente, ¡jajajajaja!» Ned rió ante la ocurrencia de su amigo. «¡Jajaja, tienes razón, pero tú no te quedas atrás en cuanto a lo de ser impulsivo!»  Robert le dio un empujón amistoso y cambió el gesto. «Ned, quiero que sepas que tu hermana es para mí lo más importante en estos momentos. Espero que te alegre nuestro compromiso. Te ruego que seas sincero.» Eddard lo miró fijamente. «Sí, me alegro. Reconozco que me sentí dolido porque no me confesaste tus intenciones… Y por algo más.» Titubeó ante la expresión de su amigo porque no sabía cómo se tomaría sus palabras. «Robert, debes reconocer que nunca has sido hombre de una sola mujer… Y no me gustaría ver a mi hermana sufriendo por ti.» El Baratheon estalló en una carcajada. «Pero Ned, ¿para qué querré a otras cuando tendré a la más bella e inteligente muchacha que existe en los Siete Reinos? ¡Tendría que ser un tonto!» Y continuó ya serio, «Además, no sería capaz de hacerle daño a tu hermana. Lo que siento por ella jamás lo he sentido con ninguna mujer con la que haya estado. Y quiero que te quede claro. Sería capaz de revolver todo el mundo conocido para matar con mis propias manos a quien la hiciera sufrir lo más mínimo. Te doy mi palabra aquí y ahora, hermano.» Y con un fuerte abrazo, sellaron ese compromiso.