LYANNA
Los
días eran tediosos en la Torre de la Alegría. Desde que Rhaegar partió hacia
Desembarco del Rey, hacía ya unas ocho semanas, la salud de Lyanna había
sufrido un cambio para peor. Todas las mañanas sentía náuseas, no tenía apetito
y el cansancio era continuo, durmiera más o menos. Allí no había ningún maestre
que pudiera decirle qué le ocurría, pero ella ya tenía sus sospechas desde
hacía tiempo. No había tenido su sangre de la luna desde que Rhaegar y ella
empezaron a tener relaciones íntimas. El resultado no podía ser otro que un
embarazo y ya no había manera ocultarlo. No estaba segura de si eso era bueno o malo,
sobre todo con una guerra de por medio. Su príncipe desconocía su estado y ella
tampoco quiso comunicárselo a través de un cuervo. Sólo le comentó que su salud
era “delicada” últimamente. Tenía la esperanza de que Rhaegar interpretara esa
palabra como “embarazo”. Si alguien interceptaba el mensaje, el peligro de que
fueran a la Torre de la Alegría para asesinarla a ella y al niño que llevaba en
su interior era más que real. Por esa razón, pensó que lo mejor era cifrar de
alguna forma su mensaje.
El
cuervo no regresó jamás. Todos los días se levantaba con la esperanza de tener
noticias de Rhaegar. Los capas blancas que la custodiaban le dijeron que sólo
sabían que Robert se había levantado en armas contra los Targaryen y una guerra
estaba en marcha. Los Stark y sus vasallos apoyaban al rebelde… «Es lógico»,
pensaba Lyanna, atormentada al sentirse sumida en un conflicto de lealtades.
Aerys había asesinado a dos miembros de su familia ¡y ella estaba enamorada del
hijo del culpable! Se pasó las manos por el pelo e intentó recogérselo con
algo. Buscó una cinta en uno de los escasos muebles de la habitación. Al abrir
un cajón, el aroma de las rosas de invierno impregnó el aire. Rhaegar llevaba
consigo varias cuando se citaron en Harrenhal. Como las de su habitación en
Invernalia, ésas también se habían secado y estaban ennegrecidas, aunque
mantenían el olor. Las tomó y trató de hacer una corona como la del torneo con
ellas, cuidando de que no se estropearan, y volviendo a guardarlas en el cajón.
Salió
de la estancia y dirigió sus pasos hacia un pequeño salón que tenía una
balconada. Uno de los capas blancas, Ser Artur Dayne, la saludó con un gesto
militar. Ella forzó una sonrisa y siguió caminando. Llegada la habitación, fue
hacia el balcón a contemplar el paisaje. Todo estaba reseco por el calor. Era
deprimente… No entendía por qué ese lugar era llamado la Torre de la Alegría,
aunque reconoció que allí había pasado los momentos más felices de su corta
vida. Se tocó el vientre ya hinchado, posando sus manos en él, como queriendo comunicarse
con el niño que llevaba dentro. A lo mejor era una niña… ¿Qué más daba? Lo
único que deseaba era que naciera sano y que Rhaegar lo conociera.
Se
recostó sobre una silla, agotada por el calor, y cayó en un profundo sueño. De
pronto oyó al cachorro de lobo llorar y quiso incorporarse para buscarlo. Como
siempre ocurría, le era imposible. Y en ese momento no vino Rhaegar a sacarla
de su pesadilla como hacía cuando dormían juntos. Otra vez se encontró con un
bebé en brazos. El frío y el calor del extraño retoño que se movía en sus
brazos hacían una rara mezcla. Era como sentir nieve en llamas, si es que algo
así era posible. Cuando estaba a punto de gritar de impotencia, algo la
zarandeó. Abrió los párpados y allí estaba Ser Arthur Dayne, con los ojos
llorosos. «Lady Stark, noticias desde el Tridente…» Lyanna intuyó lo sucedido
al oír la voz del capa blanca, entrecortada por las lágrimas. No soportó el
dolor y se desmayó.
Impaciente por leer más!!!!
ResponderEliminarYa no queda mucho para acabar. ¡Gracias por leer! :)
EliminarGracias a ti,por pensar en mi cada capítulo!
ResponderEliminarSiento no comentar casi,pero estoy un poco desconectada de casi todo :)
No pasa nada. Y no es molestia darte un toquecito :)
EliminarAparición especial en este capítulo de "Jon Nieve"? jajaj xD
ResponderEliminarLyanna ya había tenido ese sueño antes ^^
EliminarJon Snow :)
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