AVISO

Este fic contiene sólo especulación. Se basa en diversas teorías que hay por la red. Si no quieres que se te desvele nada que creas importante, no lo leas. Pero insisto: no dice nada que se haya escrito y/o publicado aún. Todos los personajes y lugares pertenecen a G.R.R. Martin.

domingo, 16 de diciembre de 2012

Capítulo 23


RHAEGAR
            Ya tenían casi todo preparado y pronto volverían a Desembarco del Rey. Rhaegar entró a los aposentos que compartía con su esposa en el castillo de Harrenhal para avisar de que en unos minutos saldrían hacia la Fortaleza Roja. Elia estaba sentada de espaldas a la puerta y no se inmutó cuando su esposo le habló. El príncipe notaba que ella estaba disgustada por el final del torneo. La había afrentado delante de todo el mundo coronando Lyanna Stark como Reina del Amor y de la Belleza, algo que jamás le perdonaría. «Esposa mía, ya te he dicho que todo esto tiene una explicación», le dijo Rhaegar. Pero Elia se negaba a escuchar. De todos modos, ¿cómo decirle que le entregó las rosas azules a una niña como muestra de admiración por su valor? El príncipe consideraba a Lyanna Stark la verdadera vencedora del torneo y por eso la coronó… Pero, ¿era únicamente esa la razón? Hizo análisis mental de los últimos días: no conseguía quitarse de la cabeza los ojos grises, el rostro arrebolado y la boca jadeante de la muchacha en el bosque. Al día siguiente de su extraño encuentro, Rhaegar regresó al lugar con la excusa de atrapar al misterioso Caballero del Árbol Sonriente y encontró la armadura tirada allí, junto al escudo, que colgaba de una rama, y el yelmo. Había tomado este último entre sus manos, recordando el momento en el que se lo quitó y descubrió el rostro más bello que jamás había visto. En el casco encontró algunos cabellos oscuros y los había guardado envueltos en un pañuelo. Aún conservaba lo que empezó a considerar como un amuleto, puesto que lo había llevado durante el torneo cerca del corazón y le había dado suerte.

            Viendo imposible entablar conversación con su esposa, terminó de recoger sus efectos personales en silencio. Elia se levantó de la cama y se dirigió hacia él. Rhaegar no estaba enfadado con ella, ¿cómo podría? Notaba su propio ceño fruncido, pero porque estaba disgustado consigo mismo por todo lo que le estaba ocurriendo. Su esposa se acercó con el rostro serio y le pasó la mano por el cabello plateado. «Sé que nuestro matrimonio nunca se ha basado en el amor, Rhaegar, pero sí espero que siga basándose en el respeto como hasta ahora.» El joven besó la frente de su esposa y puso la mano en su vientre. “Por el hijo que vamos a tener, te juro que así será”. Sus ojos no decían lo mismo y Rhaegar temió de nuevo que ella le leyera el pensamiento.

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