LYANNA
Habían
pasado más de cuatro meses desde el torneo de Harrenhal. Robert y Ned estaban de
nuevo en el Valle con Jon Arryn, mientras que Brandon y Benjen seguían en
Invernalia. El mayor de los Stark iba a contraer matrimonio muy pronto con
Catelyn Tully, así que andaba muy ajetreado preparando una última visita a la
Región de los Ríos para ultimar ciertos detalles antes del enlace. Lyanna
también estaba de preparativos nupciales, ya que su boda quedaba asimismo muy
cerca. Necesitaba de algunas telas para que le confeccionaran trajes y un ajuar
adecuado para una joven de su posición y aún no las tenía consigo, aunque ésa
no era su mayor preocupación. Mientras estaba ocupada con los preparativos en
torno a su boda, se olvidaba de todo lo ocurrido en el torneo, pero no podía
borrar la imagen de Rhaegar de su cabeza. Lyanna tenía aún presente el momento
en el que el príncipe Targaryen la coronó delante de todo el mundo, incluida su
propia esposa embarazada. Durante el viaje de vuelta a Invernalia, sus hermanos
mayores no pararon de acosarla a preguntas sobre por qué Rhaegar había hecho
tal cosa, si no la conocía de nada, cuestiones a las que ella no sabía qué
responder. El único que no preguntó fue Robert. Su actitud seria era una manera
de decir a Lyanna que sospechaba algo. Los días de viaje juntos fueron una
auténtica tortura para ella. Nunca supo disimular sus sentimientos y Robert
captó el cambio que había experimentado desde Harrenhal. Una vez que Ned y él
se quedaron en el Valle, el camino hacia Invernalia se hizo más relajado, si
bien Brandon insistía en saber el por qué de la decisión de Rhaegar.
Subió a su habitación
para recoger una caja de costura que no usaba en años. Al entrar, un aroma
inconfundible la transportó en el tiempo y en el espacio. Conservaba la corona
del torneo en su dormitorio como si fuera un tesoro. Las rosas se habían secado
y oscurecido, pero seguían emanando un perfume que la llevaban a aquel instante
cada vez que entraba en sus aposentos. Un escalofrío recorría su cuerpo al
visualizar a Rhaegar: su pelo plateado, sus ojos azul índigo, su apostura. Le
ardían las mejillas si pensaba en él, en su enfrentamiento a espada, en cómo la
miró cuando le quitó el casco... Su situación era insoportable. Estaba
enamorada de una ilusión, de alguien inalcanzable al que no volvería a ver
jamás. Se decía a sí misma que debía olvidar a Rhaegar, porque iba a casarse
con Robert, un joven que la adoraba, apuesto y poderoso. Era una niña y ya se
estaba complicando la vida. Empezó a llorar desconsoladamente ante todo lo que
le deparaba el futuro. ¡Era una tonta! Nada en la vida real tenía que ver con
las historias de damas y caballeros que las criadas contaban para soñar
despiertas.
Se secó las lágrimas. Tenía
que ser fuerte y afrontar su destino. Era una Stark de Invernalia, nada la
haría caer. Cuando iba a salir de la habitación, tuvo una idea. Tomó una pluma
y un pergamino y escribió unas líneas. Se escondió la carta en el pecho y fue
en busca de su padre. Lord Rickard la recibió en el salón principal. «Tienes
mala cara, hija. ¿No duermes bien?» La muchacha restó importancia a su aspecto
y se centró en lo que pretendía. «Padre, mis nupcias están cerca y hay algunas
telas que desearía adquirir. Pero sólo las podré encontrar en Desembarco del
Rey. ¿Podría ir allí a elegirlas? ¡Me haría tanta ilusión sorprender a Robert
con ellas!» Su padre puso mala cara. Lyanna sacó todas sus armas para
convencerlo hasta que lo consiguió, aunque Lord Rickard cedió a regañadientes. «Irás acompañada de una buena escolta. Podemos aprovechar la partida de tu
hermano para que parte del camino lo hagáis juntos.» La joven besó a su padre
contenta. Una vez sola, se encaminó hacia las dependencias del maestre, asegurándose
de que él no estuviera. Wallys se encargaba de los cuervos para enviar y recibir
mensajes. Cuando ella era pequeña, pasaba mucho tiempo con él y conocía bien el
proceso para usar esos pájaros. Colocó la nota manuscrita en uno de ellos y lo
lanzó desde la ventana. Era una operación arriesgada, pero necesitaba ver a
Rhaegar una vez más antes de unirse a Robert.
¡Que decisión! ¡Que atrevida es la joven Stark! veremos en que acaba esa carta...
ResponderEliminarSolo una corrección. Luwin no sería el maestre en ese entonces sino Wallys Flowers quien metió, según Lady Dustin, las ambiciones sureñas a Lord Rickard.
ResponderEliminarGracias por el apunte. Lo corrijo ahora mismo :)
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