AVISO

Este fic contiene sólo especulación. Se basa en diversas teorías que hay por la red. Si no quieres que se te desvele nada que creas importante, no lo leas. Pero insisto: no dice nada que se haya escrito y/o publicado aún. Todos los personajes y lugares pertenecen a G.R.R. Martin.

martes, 1 de enero de 2013

Capítulo 31


ROBERT
            Estaba decidido a pesar de que no las tenía todas consigo. Contaba con el apoyo de Lord Jon Arryn, de Lord Hoster Tully y de Ned Stark. Supuso que fue duro para su amigo separarse de su joven esposa justo al día siguiente de la noche de bodas para marcharse a Invernalia y reunir a sus vasallos, sacrificando su vida marital por una guerra que podría decirse perdida de antemano. Pero él no llegó a casarse con Lyanna, con la muchacha de la que estaba enamorado desde hacía tanto tiempo… Después de conseguir su mano, después de vivir un sueño, había despertado de golpe. El príncipe Rhaegar le había arrebatado el amor de su vida y lo más probable era que la hubiera hecho suya. No quería pensar en ello, pero imaginaba una y otra vez a su prometida atemorizada, intentando huir de su secuestrador, encerrada después en no se sabe qué oscuro lugar y siendo abusada por el infame Targaryen que la robó. Maldita la hora en la que fueron a Harrenhal… La coronación de Lyanna como Reina del Amor y de la Belleza había sido el colmo del atrevimiento. Ella había estado inquieta durante todo el tiempo y Robert lo notó. Posiblemente Rhaegar la estuvo acosando de alguna forma y ella, por miedo, no dijo nada. Ese príncipe no sabía con quién se las habría de ver.

            Tras los primeros momentos de confusión ante la noticia del rapto y la muerte de Lord Rickard y Brandon, decidió que había que actuar rápidamente antes de que Aerys moviera sus tropas contra el Valle de Arryn. Había conseguido llegar a Bastión de Tormentas a duras penas. No todos los vasallos del Lord Protector estaban a favor del levantamiento en contra de Aerys e intentaron por todos los medios evitar que él y Ned llegaran a Puerto Gaviota. Gracias a la astucia de Robert, consiguieron embarcar y llegar a sus respectivos destinos para reunir hombres con los que ir a la guerra.
            Terminó de vestirse ayudado por un escudero. Con la armadura y el yelmo adornado con unos cuernos de venado tenía un aspecto temible. Mejor así, que sus enemigos supieran que ya no era un jovencito jugando a soldados con espadas de madera. Era el señor de Bastión de Tormentas desde que era un niño, siempre había tenido muy claro que estaba destinado a hacer grandes cosas y ahora lo demostraría acabando con todos los malditos Targaryen. Él mismo tenía sangre de dragón en sus venas, ¿por qué no ser el iniciador de una nueva dinastía de reyes más justos? Muchas casas vasallas lo veían como una alternativa más que válida y las casas que lo apoyaban decidieron convertirlo en el cabecilla de la rebelión para que, si ganaba, reclamara el Trono de Hierro en nombre de su ascendencia Targaryen.
            La noche anterior había llegado un cuervo anunciando las intenciones de tres señores independientes de las Tierras de las Tormentas y de los Ríos, Lord Grandison, Lord Cafferel y Lord Fell, de unirse a los ejércitos realistas en Refugio Estival y atacar Bastión de Tormentas. Robert convocó a sus aliados para marchar sobre los tres por separado y pillarlos totalmente desprevenidos.
            Salieron un poco antes de la amanecer. El grupo no era demasiado numeroso, pero los miembros del mismo eran jóvenes y dispuestos. A la cabeza iba Robert, abriendo la marcha. Según las últimas noticias, el ejército de Lord Cafferel estaba acampado a poca distancia de Bastión de Tormentas, en el camino hacia Refugio Estival. Se detuvieron en un claro del bosque y Robert indicó a dos soldados que hicieran labores de rastreo. Los muchachos regresaron media hora después y comunicaron que Lord Cafferel estaba efectivamente cerca de allí. «¿Cuántos hombres hay de guardia?», preguntó Robert. «Pocos, mi señor. No parece que esperen visita», dijo el soldado. «Mejor así», respondió él. «Estamos de suerte. Debemos evitar que puedan comunicar a Lord Fell y a Lord Grandison nuestro ataque. Es imprescindible atacar a todos por sorpresa si queremos asegurarnos la victoria.» Cabalgaron despacio, haciendo el menor ruido posible, hasta llegar a una distancia prudencial del campamento. Una vez situados en posición privilegiada para observar el lugar, cuatro jóvenes se acercaron en silencio hasta los puestos de guardia por órdenes de Robert y degollaron limpiamente a los soldados que vigilaban. De repente, alguien dio la voz de alarma. Robert gritó a sus hombres y éstos cabalgaron tras él blandiendo sus espadas. Las gentes de Lord Cafferel salían de sus tiendas a medio vestir y empuñando las armas con desconcierto. La confusión reinaba en el campamento y Lord Cafferel arengaba a los soldados para que se dieran prisa en reaccionar. El caballo de Robert pisoteaba todo lo que se ponía por delante y él luchaba con rabia, cortando miembros, clavando su espada en los cuerpos. La visión de la sangre del enemigo vertida en el suelo le producía una mezcla de sentimientos: asco y placer, repugnancia y satisfacción. Cada vez que mataba a un hombre, se sentía más cerca del que consideraba el único oponente que merecía realmente morir asesinado por él: Rhaegar Targaryen.
            Los rebeldes ya se veían ganadores cuando llegaron más hombres. ¡No podía ser! Los estandartes que portaban eran los de las familias Fell y Grandison. De alguna forma habían conseguido llegar a tiempo para ayudar a sus aliados. Robert no se achantó, sino que picó a su caballo y se lanzó sin temor hacia los recién llegados. Sus hombres, animados por su acción valerosa, lo imitaron. La lucha era feroz y la fuerzas fueron igualándose. Un jinete con el emblema de los Fell, la media luna y el bosque, atacó a Robert por la espalda. Él reaccionó con rapidez y consiguió parar el siguiente golpe, enzarzándose en un combate agotador. Sin embargo, el señor de Bastión de Tormentas logró dar un espadazo fatal al contrario, tirándolo del caballo y rematándolo en el suelo. Bajó y le quitó el yelmo: era el mismo Lord Fell en persona. «¡HE MATADO A LORD FELL, PODEMOS CON ELLOOOOOS!» El grito de Robert infundió valor a sus hombres y la batalla se decidió a su favor. Hicieron prisioneros a Lord Cafferel y a Lord Grandison y los llevaron ante Robert. Junto a ellos, trajeron a un muchacho, Hacha de Plata, el hijo de Lord Fell. «Habéis sido derrotados. Estáis en el bando equivocado. No sé si el mío vencerá, pero sí sé que su causa es justa. El rey Aerys es un loco que no merece sentarse en el Trono de Hierro.» Los señores se miraban entre sí, sin saber qué decir. El hijo de Lord Fell se adelantó: «Señor, habéis vencido honorablemente en el campo de batalla y, aunque habéis matado a mi padre, quisiera ser vuestro escudero, si me aceptáis.» Robert le puso la mano en el hombro y asintió. Lord Grandison y Lord Cafferel se arrodillaron ante el joven vencedor. Ya los tenía de su lado.
           

2 comentarios:

  1. ¡Menuda batalla! Una pequeña primera victoria... a ver como sigue Robert.

    Un pequeño apunte... hablas de una espada y el suele llevar un Martillo de Guerra.

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  2. Sí, una pequeña licencia. En la batalla decisiva portará el Martillo de Guerra :)

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