AVISO

Este fic contiene sólo especulación. Se basa en diversas teorías que hay por la red. Si no quieres que se te desvele nada que creas importante, no lo leas. Pero insisto: no dice nada que se haya escrito y/o publicado aún. Todos los personajes y lugares pertenecen a G.R.R. Martin.

domingo, 20 de enero de 2013

Capítulo 38


RHAEGAR
            Los gritos del ejército enemigo se oyeron temprano. Sus cálculos no estaban equivocados: Robert se dirigía hacia el Norte a través del Tridente. El encuentro con el Usurpador era ya inevitable. En cierto modo, lo había estado deseando desde que dejó a Lyanna en Dorne. Aunque los cuervos nunca llegaron a su destino, estaba claro que el diálogo no habría sido jamás la vía para entenderse con Robert. La guerra era la forma de vida de ese joven. Por su parte, Rhaegar odiaba los conflictos, pero nadie diría que era un cobarde. No en vano era caballero desde los diecisiete años y había sido el vencedor del Torneo de Harrenhal. «Harrenhal… El comienzo de todo», pensó, sonriendo con tristeza.

            Montó en su semental y dio la señal de ataque. Sus hombres respondieron a las consignas de los rebeldes, aclamándolo como el legítimo heredero al Trono de Hierro. Cabalgaron hacia el Forca Verde, atravesando la niebla que cubría toda la ribera del río. Pronto se encontraron frente al ejército de Robert y la lucha comenzó. Rhaegar lanzaba sus ataques contra todos los que portaban estandartes del venado de los Baratheon, al tiempo que se aproximaba a las aguas. Penetró en la corriente y se vio envuelto por la bruma. Por un momento se sintió desorientado, oyendo el estruendo de las espadas chocando, pero sin ver nada. Picó al caballo y lo hizo caminar lentamente dentro del agua. Entre la espesa humedad vislumbró un jinete que estaba detenido. El casco rematado con unos cuernos de venado delataba su identidad: era Robert Baratheon en persona. Parecía confuso y perdido como él: era la oportunidad de Rhaegar de matarlo allí mismo. Pero una voz interior le dijo que no lo hiciera. «¡Robert Baratheon, soy Rhaegar Targaryen, te exijo que te rindas ahora mismo!» El otro no respondió, sino que lanzó un ataque contra él al grito de «¡Muere, maldito dragón cobardeeeeee!»

El príncipe repelió la embestida de Robert con su espada. El joven Baratheon iba armado con un potente martillo de acero que blandía como si fuera tan ligero como una pluma. «¡Negociemos, Robert! ¡Esto tiene que acabar!», insistía Rhaegar, «¡Por el amor que le tenemos a Lyanna, detente!» Pero el señor de Bastión de Tormentas no hacía caso a las demandas del príncipe. Es más: la última frase parecía que lo había enfurecido. Seguía atacando con violencia, buscando puntos débiles para golpear allí con su martillo, mientras que Rhaegar los paraba con su espada o su escudo. El combate entre ambos estaba muy equilibrado por momentos, pero Rhaegar consiguió tirar a Robert del caballo, que cayó pesadamente al río. Desmontó a su vez para el enfrentamiento cuerpo a cuerpo. Ninguno tenía intención de rendirse. El príncipe sintió su espada hundirse en algún sitio, pero eso no detuvo a Robert, a pesar de que lo oyó gritar de dolor. La bruma se hacía cada vez más espesa, apenas distinguían el lugar donde pisaban. Rhaegar perdió el equilibrio al tropezar con una roca sumergida y cayó de rodillas, lo que fue aprovechado por Robert para golpearle el brazo de la espada, la cual salió volando y se sumergió en las revueltas aguas. 
  
 Sin más arma que el escudo, el príncipe se defendía de los golpes como podía. Al intentar incorporarse, su pecho quedó desprotegido por un instante. Robert no perdió la oportunidad y lanzó su martillo contra la coraza, descargando en él toda su rabia. Rhaegar notó una explosión en su corazón, al tiempo que veía volar a su alrededor los rubíes que adornaban su armadura, confundiéndose con la sangre que brotaba de la herida que Robert le había hecho.


Todo se volvió rojo en torno a él y negro en su interior. Un dolor extremo recorrió su cuerpo. Abrió los ojos y vio los de su oponente cargados de odio y triunfo. Los cerró y vio a Lyanna llorando de emoción en Harrenhal, sudando después de su combate en el bosque, gritando de placer al llegar al clímax… y abrazando a un niño. Notó la humedad del Forca Verde penetrar a través de la armadura y sólo acertó a decir «Lyanna…» con su último aliento.

            «Rhaegar luchó con valentía,  Rhaegar luchó con nobleza, Rhaegar luchó con honor. Y Rhaegar murió.»

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