RHAEGAR
Los
gritos del ejército enemigo se oyeron temprano. Sus cálculos no estaban
equivocados: Robert se dirigía hacia el Norte a través del Tridente. El
encuentro con el Usurpador era ya inevitable. En cierto modo, lo había estado
deseando desde que dejó a Lyanna en Dorne. Aunque los cuervos nunca llegaron a
su destino, estaba claro que el diálogo no habría sido jamás la vía para
entenderse con Robert. La guerra era la forma de vida de ese joven. Por su
parte, Rhaegar odiaba los conflictos, pero nadie diría que era un cobarde. No
en vano era caballero desde los diecisiete años y había sido el vencedor del
Torneo de Harrenhal. «Harrenhal… El comienzo de todo», pensó, sonriendo con
tristeza.
Montó
en su semental y dio la señal de ataque. Sus hombres respondieron a las
consignas de los rebeldes, aclamándolo como el legítimo heredero al Trono de
Hierro. Cabalgaron hacia el Forca Verde, atravesando la niebla que cubría toda
la ribera del río. Pronto se encontraron frente al ejército de Robert y la
lucha comenzó. Rhaegar lanzaba sus ataques contra todos los que portaban
estandartes del venado de los Baratheon, al tiempo que se aproximaba a las
aguas. Penetró en la corriente y se vio envuelto por la bruma. Por un momento
se sintió desorientado, oyendo el estruendo de las espadas chocando, pero sin
ver nada. Picó al caballo y lo hizo caminar lentamente dentro del agua. Entre
la espesa humedad vislumbró un jinete que estaba detenido. El casco rematado
con unos cuernos de venado delataba su identidad: era Robert Baratheon en
persona. Parecía confuso y perdido como él: era la oportunidad de Rhaegar de
matarlo allí mismo. Pero una voz interior le dijo que no lo hiciera. «¡Robert Baratheon,
soy Rhaegar Targaryen, te exijo que te rindas ahora mismo!» El otro no
respondió, sino que lanzó un ataque contra él al grito de «¡Muere, maldito dragón cobardeeeeee!»
El príncipe repelió la
embestida de Robert con su espada. El joven Baratheon iba armado con un potente
martillo de acero que blandía como si fuera tan ligero como una pluma. «¡Negociemos, Robert! ¡Esto tiene que acabar!», insistía Rhaegar, «¡Por el amor
que le tenemos a Lyanna, detente!» Pero el señor de Bastión de Tormentas no hacía
caso a las demandas del príncipe. Es más: la última frase parecía que lo había
enfurecido. Seguía atacando con violencia, buscando puntos débiles para golpear
allí con su martillo, mientras que Rhaegar los paraba con su espada o su
escudo. El combate entre ambos estaba muy equilibrado por momentos, pero
Rhaegar consiguió tirar a Robert del caballo, que cayó pesadamente al río. Desmontó
a su vez para el enfrentamiento cuerpo a cuerpo. Ninguno tenía intención de
rendirse. El príncipe sintió su espada hundirse en algún sitio, pero eso no
detuvo a Robert, a pesar de que lo oyó gritar de dolor. La bruma se hacía cada
vez más espesa, apenas distinguían el lugar donde pisaban. Rhaegar perdió el
equilibrio al tropezar con una roca sumergida y cayó de rodillas, lo que fue
aprovechado por Robert para golpearle el brazo de la espada, la cual salió
volando y se sumergió en las revueltas aguas.
Sin
más arma que el escudo, el príncipe se defendía de los golpes como podía. Al
intentar incorporarse, su pecho quedó desprotegido por un instante. Robert no
perdió la oportunidad y lanzó su martillo contra la coraza, descargando en él
toda su rabia. Rhaegar notó una explosión en su corazón, al tiempo que veía
volar a su alrededor los rubíes que adornaban su armadura, confundiéndose con
la sangre que brotaba de la herida que Robert le había hecho.
Todo se volvió rojo en torno a él y negro
en su interior. Un dolor extremo recorrió su cuerpo. Abrió los ojos y vio los
de su oponente cargados de odio y triunfo. Los cerró y vio a Lyanna llorando de
emoción en Harrenhal, sudando después de su combate en el bosque, gritando de
placer al llegar al clímax… y abrazando a un niño. Notó la humedad del Forca
Verde penetrar a través de la armadura y sólo acertó a decir «Lyanna…» con su último aliento.
«Rhaegar
luchó con valentía, Rhaegar luchó con nobleza, Rhaegar luchó con honor. Y
Rhaegar murió.»
Rhaegar ...
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ResponderEliminarMe esperaba que Rhaegar habría opuesto más resistencia. Si es que está comproba que dialogar no funciona en los siete reinos (que se lo digan a Ned).
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