EDDARD
La
rebelión llevaba ya casi un año en marcha y aún no tenía noticias del paradero
de Lyanna. La muerte de Rhaegar supuso un espaldarazo a la causa de Robert,
pero dejaba sin pistas sobre dónde podría estar su hermana. Ni siquiera sabía
si estaba viva o muerta. Desechó esa última posibilidad por ser demasiado horrible.
No soportaría otra muerte más en su familia, y menos la de ella. Una muchacha
tan joven no merecía morir, sino vivir, casarse, tener hijos y ser feliz. La
imagen de Lyanna era constante en su mente, sobre todo tras el episodio del
Tridente. Robert se había sentido un héroe asesinando a Rhaegar, pero Ned no
llegaba a verlo así. Había algo que no le terminaba de cuadrar en lo del rapto,
cada vez menos… La actitud de Lyanna con Robert en Harrenhal fue la primera
pista. Lo del caballero del Árbol Sonriente y la Corona de Rosas de Invierno era
aún más definitivo, y ahora lo tenía más claro. ¿Y si ella había planeado todo
para fugarse con Rhaegar? El concepto que tenía del príncipe dragón distaba
cada vez más de lo primero que pensó cuando se enteró de la desaparición de la
joven. No lo veía como un salvaje capaz de arrebatar a una inocente muchacha de
los brazos de su familia. Tenía la cabeza embotada reflexionando sobre todo
esto, el asunto lo atormentaba. No podía desahogarse con Robert, quien aseguraba
que Rhaegar era un violador que había merecido el final que tuvo. Su amigo
estaba cambiando y eso no le gustaba nada. Siempre fue tozudo y apasionado,
pero lo que contemplaba ahora era un ser sediento de venganza. El Tridente no
puso fin a sus impulsos: en el Valle de Arryn juró que acabaría con todos los
Targaryen que hubiera en Poniente y eso incluía a los hijos de Rhaegar, una
niña y un bebé. Ned temía que la ira de Robert llegara a
afectar a esos inocentes.
Después
de la batalla en el las Tierras de los Ríos, marcharon hacia Desembarco,
persiguiendo al ejército de los Targaryen en su huida al verse derrotados. Robert se quedó en el Tridente para recuperarse de la herida que había recibido
en su enfrentamiento con Rhaegar, por lo que llegaría más tarde. En ese momento,
Eddard y los suyos entraban en la ciudad, cuyas puertas encontraron abiertas.
El panorama era desolador: según les habían dicho, los hombres de Tywin
Lannister la habían saqueado en nombre de Robert, por lo que ahora contaba con
otro aliado muy poderoso. Se suponía que el señor de Roca Casterly apoyaba a la
causa realista, por lo que a ojos de Ned era un traidor. Lo que no
sabía era dónde estaba la familia real. Lo más probable es que estuviera
retenida en la Fortaleza Roja. Avanzaron por las calles. Aquello no podía ser
la flamante capital de los Siete Reinos: cadáveres roídos por perros y ratas,
supervivientes robando las pertenencias de los muertos, casas humeantes… Caos y
devastación era lo único que encontraban a su paso. El olor era vomitivo, tan
ácido que a Ned le quemaba las fosas nasales. Varias veces tuvo que aguantar
las náuseas. Había estado en una guerra, rodeado de cadáveres, pero lo que
estaba contemplando no podía compararse con un campo de batalla, donde los
cuerpos eran rápidamente quemados o enterrados.
La Fortaleza Roja se
alzaba aún orgullosa como símbolo del poder de los Targaryen. En el patio de
armas sólo había estandartes con el león dorado sobre fondo carmesí de los
Lannister. Ni rastro de baluartes Baratheon. Al paso de la comitiva, los
soldados de Lord Tywin los observaban con cierto recelo, y Ned bajaba la cabeza
con preocupación por lo que podía encontrarse dentro… Un sexto sentido le decía
que nada bueno iba a ver allí. Cruzó el patio sin bajar del caballo y se
dirigió hacia el interior de la zona palaciega, donde estaban los grandes
salones y su objetivo último: la Sala del Trono.
Los pasillos del palacio eran descomunales, anchos, altos y fríos, como concebidos para que por
ellos anduvieran gigantes, así que los recorrió sin necesidad de apearse de la
montura. El trazado se asemejaba a un laberinto, pero pronto dio con la
estancia principal. Entró en ella desde una puerta que quedaba a la espalda del
Trono de Hierro. Tenía unas ventanas altas y estrechas, cerradas con vidrieras
de colores y estrellas de siete puntas. La decoración era espeluznante: cráneos
de dragones se repartían a lo largo de las paredes. A pesar de ser sólo huesos,
a Ned le parecieron temibles imaginándolos cubiertos de carne y piel escamosa y
brillante. El trono se elevaba sobre una plataforma y estaba forjado con mil
espadas de los enemigos de Aegon del Conquistador, fundidas y unidas con el
fuego del dragón Balerion. En la Sala había un buen puñado de soldados de los
Lannister hablando entre ellos y señalando el trono. Los soldados del Stark
entraron tras su señor y los de Tywin se apartaron a su paso. Ned rodeó
lentamente el trono y descubrió que había un capa blanca sentado, con una espada
en la mano y la cabeza baja y cubierta por un yelmo con forma de cabeza de
león, dorado como la armadura que vestía. ¡Era el hijo de Lord Tywin Lannister!
A sus pies yacía el cuerpo sin vida de Aerys el Loco, cubierto de sangre ya
reseca. Ned no entendía nada.
«¿Qué ha ocurrido aquí?», preguntó. Jaime puso la
punta de la espada ensangrentada sobre el cuerpo del cadáver. «Deberíais darme
las gracias», dijo a través del casco, «He vengado la muerte de vuestro padre y
vuestro hermano.» Ned se quedó estupefacto. «¿Las gracias? No hicisteis nada
por impedir el asesinato de los míos y ahora... ¿os consideráis un héroe por
asesinar a un pobre loco? No necesitaba vuestra espada para vengarles. ¡Vos
sois de la Guardia Real, habéis traicionado un juramento sagrado!» Jaime rió
ante las palabras de Eddard, al tiempo que se quitaba el yelmo, alzaba su
atractiva cara hacia el techo del salón y se pasaba la mano por el pelo color
oro, húmedo de sudor. Sonrió, mostrando sus dientes blancos y perfectos. «Me
habían dicho que los Stark eran gente de honor, pero no imaginaba hasta qué
punto.» Ned no respondió a su provocación. «No merecéis estar sentado ahí ni un
segundo más. Exijo que os levantéis del Trono de Hierro. Ahora pertenece a
Robert Baratheon.» El Lannister apoyó su mano en el brazo del asiento y se puso
en pie con parsimonia, recreándose en el momento. «No temáis, Stark. Sólo se lo
estaba calentando a nuestro amigo Robert. Lamento deciros que, como asiento, no
es muy cómodo.» Pasó por encima del cadáver de Aerys, evitándolo como si se
tratara de un perro callejero muerto.
Ned estaba asqueado de todo: de la
guerra, del odio de Robert hacia los Targaryen, de la escena que se
desarrollaba ante sus ojos. Pudo observar que Aerys había sido degollado desde detrás: un acto aún más cobarde. Notó que la sangre le subía a la cara y
apretó los puños para calmarse, porque lo que deseaba era abofetear al joven
rubio que lo miraba con satisfacción al tiempo que salía de la sala seguido de
sus hombres. «He de hablar con Robert en cuanto llegue. No puedo aguantar más
todo esto», se dijo con rabia y tristeza.
Gran capítulo, mi señora. Más largo que de costumbre pero además ameno y entretenido. Se nota que el fic ya va llegando a su final :(
ResponderEliminarEs genial cómo lo habéis descrito todo: la llegada a la capital y la opinión que tiene Ned sobre todo eso, cómo nota el cambio en Robert y, como no, su reacción al ver a Jaime sentado en el trono. Siempre haciendo gala de su honor.
Tengo intriga sobre cómo se enterará Eddard del paradero de Lyanna y de si narraras antes su llegada a Bastión de Tormentas para ayudar a los Baratheon (siempre me he preguntado si ese suceso es antes o después de la muerte de Lyanna xD).
Gracias por comentar, mi señora. Ya quedan muy poquitos capítulos, en efecto. Tened paciencia y sabréis cómo se desarrollaron los hechos... según mi punto de vista, claro.
EliminarUn honor tener a Lady Catelyn Stark aquí e.e
Para mí es un honor leer fics como este ;)
EliminarMuy buen capítulo! Este encuentro entre Jaime y Ned es uno de los momentos de la saga que más me gusta, por todo lo que conlleva y todo lo que se esconde detrás. No digo más por no spoilear a nadie ^^.
ResponderEliminarNo sé porque, me había imaginado este encuentro de otro modo, solos Ned y Jaime, sin nadie más a su alrededor.
Gracias :) Yo también imaginaba el encuentro en solitario, pero las fuentes consultadas describen el momento así. De hecho, una de las ilustraciones que he puesto se corresponde con esa descripción.
EliminarEstaba pensando lo del encuentro entre ellos solos y al ver la imagen he desechado un poco la idea. La verdad es que esa imagen está perfectamente elegida para hacer desaparecer de la cabeza cualquier otra idea de como fue el encuentro.
EliminarAunque parezca mentira, muchas de las imágenes las he encontrado después de escribir los capítulos y parecían hechas para el texto. La única vez que tuve que cambiar algo de lo escrito para que se correspondiera con la imagen fue con el color de la yegua de Lyanna, que yo la describí negra como contraste a su nombre, "Escarcha". El resto te aseguro que me iban viniendo genial a lo que yo escribí previamente.
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