AVISO

Este fic contiene sólo especulación. Se basa en diversas teorías que hay por la red. Si no quieres que se te desvele nada que creas importante, no lo leas. Pero insisto: no dice nada que se haya escrito y/o publicado aún. Todos los personajes y lugares pertenecen a G.R.R. Martin.

miércoles, 19 de diciembre de 2012

Capítulo 25


RHAEGAR
Los dolores del parto habían comenzado de madrugada y ya era casi mediodía. Rhaegar estaba en la puerta de la habitación, nervioso, como cuando nació su hija Rhaenys. Oía a Elia gritar de dolor mientras que él estaba fuera, impotente. Mujeres entraban y salían constantemente con la cabeza baja y las manos ocupadas con telas y jofainas de agua. Daba igual que fuera el príncipe: nadie le decía nada de cómo iba todo allí dentro. Harto de la espera, bajó al patio de armas. Rhaenys y Viserys estaban jugando sin ninguna vigilancia. Como siempre, su hermano andaba con travesuras que hacían llorar a la niña. En esta ocasión la retaba a poner la mano encima de un pequeño fuego para demostrar que era una Targaryen auténtica. «¡No lo eres ni nunca lo serás, porque tu madre es sólo una Martell y tú otra!» La niña empezó a llorar desconsolada. Viserys se reía con desprecio mientras empezaba a colocar su propia mano cerca del fuego. Rhaegar corrió hacia él para apartarlo de la llama, porque sabía que terminaría quemándose. «¿Estás loco, Viserys? ¡Déjate de historias de dragones y de fuego! ¡Y no vuelvas a acercarte a Rhaenys!» El niño lo miró con sus ojos violetas fuera de las órbitas. «¡Os odio, a ti y a tu asquerosa hija, ojalá os muráis todos! ¡Ojalá se mueran tu mujer y tu hijo! ¡YO SOY EL ÚNICO DRAGÓN AQUÍ!» El príncipe no pudo soportarlo más: tomó a Viserys por una oreja y lo arrastró hasta la llama, sujetándole la cabeza por el pelo. «Mira ese fuego, ¡míralo bien! Si vuelves a decir algo semejante juro que te meto ahí para comprobar que eres realmente de la sangre del Dragón. ¡Y apuesto a que arderás como una pila de paja seca!» Lo soltó con rabia y le ordenó quitarse de su vista.

Una sirvienta bajó a su encuentro para darle la buena noticia: su hijo había nacido y estaba en perfecto estado, igual que su madre. ¡Un varón! Subió a la habitación matrimonial para verlos. Elia estaba agotada pero feliz, mientras que el niño dormía plácidamente en brazos de su esposa. Tenía el pelo plateado de los Targaryen. «Es perfecto, Elia, perfecto. Mi heredero… Se llamará Aegon, como mi antepasado, Aegon el Conquistador.» «Es Azor Ahai», pensó para sí. Dio un beso a ambos y salió para dejarlos descansar.
            Los problemas de los últimos meses de embarazo se borraron de un plumazo ante la visión de su hijo. Se había temido por la vida de los dos debido a la delicada salud de la madre. Rhaegar se sintió culpable durante todo ese tiempo, pensando en que podía ser un castigo de los dioses por haber jurado en vano. Y es que su cabeza había estado ese tiempo en Harrenhal, en el bosque, en Lyanna Stark. Y ese día, el día del nacimiento de su primer varón, aún lo estaba. Buscó en su pecho el pañuelo con los cabellos oscuros y lo sostuvo en la mano. «Lo juré y no he sido capaz de cumplir ese juramento.» Tomó el amuleto y se dirigió hacia el fuego en el que Viserys había estado jugando. Cuando estaba a punto de arrojarlo a las llamas, un sirviente le dio un pergamino que acababa de llegar a través de un cuervo. Como el de aquella ocasión que parecía tan lejana, no tenía sello. Lo abrió y lo leyó varias veces para cerciorarse de que no era un sueño. El pañuelo volvió a su pecho.

2 comentarios: