LYANNA
Se
habían separado a la altura del Tridente. Brandon estaría a punto de llegar a
su destino. Ella también... aunque nadie más sabía cuál era en realidad. Cabalgaban
por el Camino Real que les llevaría a Desembarco del Rey y Lyanna ordenó a la
comitiva parar aduciendo que estaba un poco mareada. En los alrededores no
había ningún hospedaje, pero ella insistió en detenerse. El grupo acampó cerca
de un bosquecillo frondoso. Mientras las sirvientas organizaban todo para
establecerse allí por unas horas, Lyanna se excusó para quedarse a solas un
momento. Los hombres de armas de Invernalia no estaban de acuerdo con que su
señora se introdujera sin compañía en el bosque, tenían órdenes expresas de
Lord Rickard de vigilar en todo momento a la muchacha, pero ella les dijo que
debía hacer ciertas cosas para las que no necesitaba compañía, ni siquiera la
de sus sirvientas. Los caballeros se sonrojaron y la dejaron ir, quedándose a
la entrada del bosque.
Al
fin estaba sola. No estaba segura de lo que iba a ocurrir en ese momento, los
nervios la consumían. Se adentró entre la vegetación. Sólo se escuchaban los
sonidos de la naturaleza. ¿Sería ése el lugar indicado por Rhaegar en su carta?
La respuesta de príncipe la pilló por sorpresa, puesto que ella sólo le había
dicho que, a pesar de que apenas habían hablado, no podía olvidarlo y que se
sentiría dichosa con contemplarlo en la distancia una vez más antes de contraer
matrimonio. Rhaegar contestó con un mensaje algo críptico: «Yo también deseo veros una vez más. Sois mi amuleto, mi talismán. Pero
Desembarco no es un lugar seguro para que me encontréis. Podréis verme en el
Camino Real a la altura del bosque de Harrenhal, como recuerdo de nuestro
primer encuentro. Id sola. Me tendréis para siempre.» ¿Para siempre? ¿Qué
querría decir con ello? Rhaegar era un hombre casado y con dos hijos. Lyanna
imaginaba que le daría algún objeto para que ella lo recordara una vez que
fuera la esposa de Robert.
Empezaba
a inquietarse. Los caballeros de su padre y sus criadas la estarían echando de
menos y posiblemente entraran en el bosque a buscarla. Se sentó a la sombra de
un árbol, al tiempo que se quitaba la capa por el calor. Afinó el oído por si
escuchaba pisadas o los cascos de un caballo. Sólo se oía el viento resoplar. La
decepción se apoderó de ella tras unos minutos y empezó a llorar, sintiéndose
engañada. Comenzaba a levantarse cuando, de repente, un jinete encapuchado
apareció entre la espesura de la vegetación, galopando a gran velocidad. Apenas
estaba poniéndose de pie y mirando entre lágrimas al hombre que venía hacia
ella cuando éste la tomó por la cintura, la levantó como una pluma y la colocó
en su regazo sin refrenar el caballo siquiera. Asustada, pensó en gritar. Entonces
vio unos ojos de color azul muy oscuro y un mechón de pelo plateado y, al fondo, su capa
ondeando enganchada en una rama.
¡Llego la locura! A partir de ahora.. todo sera peligroso.
ResponderEliminarMe encanta esta historia, de verdad, Athena. Me encanta el momento de locura que pasa por la mente de Rhaegar sin que podamos llegar a comprender bien, y por la mente de Lyanna que conociendo la respuesta del príncipe se presenta en ese lugar.
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