ROBERT
La oportuna
llegada de Ned con refuerzos fue providencial para la causa de Robert. Su amigo
no le había fallado, como tampoco lo hizo Lord Hoster Tully, que incluso fue
herido por Lord Jon Connington en el transcurso del enfrentamiento entre los
dos bandos. Robert lamentaba no haber aparecido antes de que el suegro de
Eddard fuera herido. Además, Denys, primo y heredero de Lord Jon Arryn había
muerto a manos de Connington, hecho que dejó muy tocado a su viejo amigo. Su
joven esposa, Lysa Tully, era la única oportunidad que le quedaba para tener un
vástago que liderara el Valle en un futuro.
Lo que más
placer le produjo fue asesinar al escudero de Rhaegar, un tal Myles Mooton.
Matarlo a él era dar un paso más en su objetivo final: el príncipe Targaryen.
Notaba que su odio hacia la dinastía de los dragones le envenenaba la sangre,
aunque era lo que lo mantenía vivo durante la guerra. Estaba seguro de que sin
ese empeño visceral de matar con sus propias manos a Rhaegar no hubiera superado
las heridas recibidas en la emboscada. Cuando llegaba el momento de entrar en
acción, se olvidaba de lesiones, cansancio o remordimientos y sólo visualizaba
en su cabeza al hombre de pelo plateado que le había arrebatado a Lyanna.
¿Dónde estaría ese rufián? Era un cobarde sin remedio… Ya llevaban varios meses
de rebelión y no había dado la cara. Pero, claro, aunque era diestro con la
espada, Robert nunca consideró que Rhaegar fuera un guerrero, sino más bien un
poeta metido a caballero. Iba a revolver todo Poniente para dar con su paradero
y clavarle la espada hasta borrarle la arrogancia del rostro y hacer que sus
ojos lo miraran con miedo, suplicando por su vida.
Estaban
cerca del Tridente, en la ribera del Forca Verde. Robert se dispuso a vestirse ayudado
por el hijo de Lord Fell, completando su atavío con un poderoso martillo. Algo
le decía que el día de verse cara a cara con Rhaegar había llegado por fin. Se
colocó el yelmo adornado con las astas de venado. Salió de su tienda y pidió el
caballo. Sus hombres ya estaban preparados para la marcha. Hizo la arenga de
siempre: ésa era una guerra justa que pretendía acabar con una monarquía
injusta liderada por un rey loco y por un príncipe capaz de arrancar de su
hogar a una indefensa muchacha. Los soldados leales a él gritaban a cada frase
de Robert, animados por los últimos triunfos.
Emprendieron
la marcha. El nerviosismo previo a una batalla era palpable
en los hombres y en los animales. Robert estaba deseando clavar su espada en
algún cuerpo caliente y verse salpicado por la sangre. En ocasiones se asustaba
de sí mismo, de la frialdad que poco a poco iba ocupando su corazón y su alma.
Si lograra recuperar a Lyanna, ¿qué pensaría ella del nuevo Robert?
Posiblemente su benéfica influencia le hiciera volver a ser el muchacho que fue
antes de la guerra. El joven impulsivo y enamorado estaba transformándose en un
hombre violento, bebedor y sediento de sangre. Intentó apartar esos oscuros
pensamientos de su mente para centrarse en la batalla. Nada debía
desconcentrarlo.
Las brumas
delataban la cercanía de los ríos, donde la humedad era más densa y llegaba a
los bosques cercanos. Uno de los soldados espía se aproximó a Robert y le
informó de que los estandartes Targaryen, Martell y Tyrell ondeaban en la
ribera opuesta. El momento de iniciar el ataque había llegado. Los jinetes de
primera línea avanzaron rápidamente hacia el asentamiento realista, gritando «¡Por Robert y por los Siete Reinos, muerte
a los Targaryen!» El propio Robert cabalgó para unirse a ellos, seguido de
Ned, que capitaneaba a sus hombres. Los gritos de guerra fueron contestados por
el bando enemigo: «¡Por Aerys, por
Rhaegar, por los Dragones, nuestros legítimos reyes!»
El caos se
adueñó del lugar. Las espadas golpeaban sobre los yelmos, los escudos, las
armaduras. El sonido del acero sobre el acero era ensordecedor. Las brumas del
río impedían a Robert ver con claridad a sus enemigos en algunas ocasiones, lo
que no era obstáculo para que acertara machacando brazos, destrozando cuellos,
aplastando cascos. Eddard también peleaba con fiereza y animaba a los demás a
avanzar. El caballo de Robert se introdujo en el Forca Verde para cruzarlo. Un
jinete enemigo se abalanzó sobre él e intentó clavar su espada en el cuello de
su montura, pero el joven Baratheon lo impidió descargando su martillo sobre la
cabeza del atacante. El casco no resistió y el golpe alcanzó el cráneo del
hombre. Un chorro de sangre brotó como una fuente y salpicó a Robert en los
ojos, atravesando la visera del yelmo. Por un momento se quedó ciego y temió
que alguien aprovechara su desventaja para derribarlo. Pestañeó varias veces en
un intento de recobrar rápidamente la visión, pero las gotas resbalaban por sus
párpados y los guantes de acero le impedían limpiarse. Por fin pareció que ya
no quedaba más sangre que caer por su rostro. Abrió los ojos para comprobar que
así era. La niebla lo tenía rodeado, pero oía con claridad el estruendo de la
batalla que se desarrollaba a su alrededor. De pronto apareció a un jinete frente
a él, que se aproximaba con tranquilidad, como si estuviera dando un simple
paseo. Al principio vio la silueta que ser recortaba sobre la bruma, después
creyó ver un extraño penacho en el yelmo. Finalmente apareció una armadura negra
decorada en el pecho con un dragón rojo de tres cabezas formado por centenares
de rubíes.
PERO NO NOS DEJES ASÍ, MUJER.
ResponderEliminares muy bueno pero no puedo leer la mayoria de cap los subes en otro lugar es que me deja en ascuas la mayoria del tiempo y los de diciembre solo pude leer uno porfa ayuda
ResponderEliminarHola, ¿lees el fic en un dispositivo móvil? Si es así, dale a "Versión web" y no tendrás problemas. Hazme saber si te funciona, por favor. Gracias por leer :)
Eliminar"Fight is coming" wiiiiiiiiiiiiii! =)
ResponderEliminarAtena.. eres genial!!!! me has tenido esperando el final.... que fuerza impregnas en los personajes, tú narración es formidable!!!
ResponderEliminar¡Muchas gracias! Espero que te guste todo el fic :)
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