AVISO

Este fic contiene sólo especulación. Se basa en diversas teorías que hay por la red. Si no quieres que se te desvele nada que creas importante, no lo leas. Pero insisto: no dice nada que se haya escrito y/o publicado aún. Todos los personajes y lugares pertenecen a G.R.R. Martin.

sábado, 26 de enero de 2013

Capítulo 44


EDDARD
El calor de Dorne lo agobiaba. Con la armadura puesta aún era peor y eso aumentaba su cansancio. Sólo el hecho de saber que estaba cerca de Lyanna le daba las fuerzas para continuar. Sus compañeros también lo estaban pasando mal. A Willam Dustin, Ethan Glover, Martyn Cassel, Mark Ryswell y Theo Wull se unió Howland Reed. Ned se negó al principio a que fuera con ellos a Dorne, porque un lacustre no sabía luchar con tácticas propias de caballero, pero Howland insistió. «Vuestra hermana es una mujer valiente que me salvó la vida. Es mi oportunidad para devolverle el gran favor que me hizo. Os suplico que me dejéis ir con vos.» Eddard no pudo negarse y accedió. Al fin y al cabo, mejor ser siete, puesto que no sabía si allí iban a encontrar a más hombres armados aparte de los tres capas blancas.

El lugar por el que cabalgaban era desolador, reseco y polvoriento. Añoraba el frío de Invernalia, sus densos bosques y su humedad. Ya quedaba poco para volver allí. Sólo tenía que recuperar a Lyanna y el fin de una pesadilla que duraba un año sería una realidad. Pronto divisaron la construcción que buscaban. Unos pastores de la zona les habían indicado el camino y no se habían equivocado. La Torre de la Alegría se alzaba como un tronco de árbol muerto en medio del paisaje de las Montañas Rojas de Dorne, carentes de vegetación. El poético sobrenombre no ocultaba una edificación parecida a una prisión. «Mi hermana está allí, allí… Casi puedo oírla. Aguanta, Lyanna, ya estoy contigo. Pronto verás Invernalia de nuevo», iba pensando Ned.

El grupo se apeó de los caballos cerca de la puerta de entrada. No tuvieron problema para penetrar en la torre. Un hombre mayor de porte digno les salió al paso: por el uniforme debía tratarse de Ser Gerold Hightower, el Lord Comandante. Detrás de él apareció Ser Oswell Whent. «Os busqué en el Tridente», dijo Ned sin ningún tipo de preámbulo. «Es evidente que no estábamos allí», contestó Ser Gerold. A lo que Ser Oswell añadió: «De haber estado, el Usurpador lloraría hoy lágrimas de sangre.» Ned permaneció inmutable. «Un miembro de la Guardia Real, Ser Jaime Lannister, mató a Aerys. ¿Dónde estabais en lugar de protegiendo a vuestro rey?» «Allí no. Si no, Aerys aún se sentaría en el Trono de Hierro y ese Lannister traidor estaría ardiendo en los Siete Infiernos», respondió Ser Gerold. Un tercer caballero se unió a la escena: Ser Arthur Dayne, La Espada del Amanecer. Ned admiraba a ese hombre y conocía su fama de honrado y buen luchador. Siguió con su interrogatorio, queriendo evitar un derramamiento de sangre. «Bajé a Bastión de Tormentas, donde muchos aliados de los Targaryen se arrodillaron ante el estandarte de Robert. Pensé que estaríais allí.» Ser Arthur exclamó indignado: «¡No nos arrodillamos ante nadie, ni tampoco huimos! ¡Somos miembros de la Guardia Real e hicimos un juramento, así que basta de cháchara, esto va a empezar ahora mismo!», dijo poniéndose el yelmo y desenvainando Albor, cuya hoja era blanquísima y parecía desprender luz propia. Sus compañeros lo imitaron y tomaron posiciones de ataque. El enfrentamiento era inminente.

Ned se puso al frente de sus compañeros y también sacaron las espadas. «Nosotros somos siete. No sería una lucha justa. Propongo tres contra tres.» Los miembros de la Guardia Real se hicieron unas señas que no supo interpretar. De repente, lanzaron un ataque que pilló a los suyos por sorpresa. El Lord Comandante blandió su espada contra Martyn Cassel y Mark Ryswell. A pesar de la edad, sus mandobles eran poderosos y veloces. Los dos hombres de Ned repelían los ataques de Ser Gerold como podían. Por su parte, Ser Oswell hizo frente a Ethan Glover y Theo Wull. Eran caballeros de primer orden y no se rendirían ante nada, morirían cumpliendo el mandato de Rhaegar. Ser Arthur eligió a Ned como adversario. Éste indicó a Howland Reed y a Willam Dustin que buscaran a Lyanna con un gesto de su cabeza y esperó el ataque del contrario. A su alrededor se desarrollaba la lucha de los otros hombres. Eddard concentró toda su atención en Albor y su dueño. Ser Arthur empuñaba la espada con ambas manos, lanzando estocadas certeras contra Ned, que las evitaba como mejor sabía. Los golpes de la espada de filo blanco le hacían temblar el brazo. Ser Arthur consiguió infligir una herida en el pliegue del codo izquierdo de Ned, que aulló de dolor mientras que la sangre fluía. «Aguanta, Lyanna, ya estoy aquí… ¿no me oyes?», le decía una voz interior. Por el rabillo del ojo vio caer al suelo a Martyn Cassel con un horrible corte en el cuello por el que salía un chorro oscuro y espeso. «Otro muerto más, no…», pensó. Reaccionó con furia, recuperando las fuerzas a pesar de la herida. Escuchó a Ethan gritar y lo vio ensartado en la espada de Ser Oswell, que a su vez era degollado por Theo Wull. Aquello era una masacre. Mark Ryswell seguía peleando contra Ser Gerold. Theo miró a Ned y éste negó con la cabeza. El amigo entendió el mensaje: Ser Arthur era cosa suya. El otro se unió a Mark en su pelea contra el Lord Comandante. 
Ned resistía los golpes de Albor, pero notaba que estaba al límite de sus fuerzas. «¡Los honorables Stark!», gritó de repente Ser Arthur. «¡Merecéis morir por deshonrar a jóvenes inocentes!» Ahora entendía por qué La Espada del Amanecer lo había elegido como su objetivo. Algo ocurrió realmente entre Brandon y Ashara Dayne en Harrenhal y su hermano quería vengar su honra. ¡Pero él no tenía la culpa de todo aquello! En medio de la lucha escuchó a Willam gritar su nombre con desesperación y lo vio bajar atropelladamente. ¿Qué habrían encontrado? «¡Ned, tu hermana está arriba, tienes que venir, ella…!» Antes de terminar de hablar, Ser Gerold le asestó una estocada en el cuello, aprovechando la confusión de sus dos atacantes ante las palabras de Willam. «¡Maldito asesinoooooo!», rugió Theo que, agarrando su espada con las dos manos, la hundió en la ingle del Lord Comandante, que comenzó a desangrarse. Éste pudo dar un último golpe de espada a su atacante, seccionándole la pierna de cuajo a la altura de la rodilla. La escena era peor que lo que Eddard había visto en el Tridente.

Sólo quedaban Mark, Ned y Ser Arthur. Howland Reed no había vuelto del piso superior de la torre. ¿Qué estaba pasando allí arriba? ¿Por qué esos gritos de horror de Willam? Mark se puso junto a Eddard para enfrentarse a Ser Arthur, que se había quitado el yelmo. Aunque el rostro estaba sudoroso, no mostraba cansancio ninguno en él. La lucha continuó entre los tres hasta que Ser Arthur consiguió cortar el brazo de la espada de Mark y clavar la punta de Albor en el cuello, dejándolo malherido. De nuevo eran Ned y él frente a frente. El joven Stark ya no sabía como atacar para rozar siquiera al capa blanca. El cansancio que sentía era su peor enemigo. Las piernas le fallaron y cayó sobre una de sus rodillas. Ser Arthur levantó Albor para asestar el golpe final cuando apareció Howland Reed. No llevaba espada al uso, sólo un arma corta que movía con rapidez. Atacó a Ser Arthur por el costado, buscando el hueco entre las dos partes de la armadura y clavándole el afilado cuchillo en un punto fatal. El caballero se zafó del ataque del lacustre, echándose mano a la herida, algo que Eddard aprovechó para levantarse, desarmarlo y darle el espadazo mortal en el cuello. Ser Arthur abrió los ojos con sorpresa y miró hacia Albor, que refulgía en el suelo, abandonada. Se desplomó pesadamente sobre el charco de sangre que se extendía por el suelo, procedente de los cadáveres.

Eddard contempló la estancia horrorizado. Todos asesinados o heridos mortalmente menos Howland y él. «Me has salvado la vida», dijo agradecido. «Ahora, llévame con mi hermana.» Subieron hasta el último piso de la torre. El lacustre lo guió por un pasillo desnudo hasta una habitación cuya puerta estaba entreabierta. Allí estaba, por fin… Entró sonriendo al pensar en lo que encontraría: Lyanna alegre por ver a su hermano, a un ser querido, que la devolvería a su hogar… Qué decepción sufrió. El sitio estaba oscuro y olía a rosas y a muerte. Oyó un lamento que procedía del enorme lecho. «Ned… Ned… sabía que vendrías…» Esa voz tan débil no podía ser de su hermana. ¿Qué le pasaba? Corrió hacia la cama y se frenó ante lo que vio: había sangre por todas partes. Alguna estaba ya seca y otra se veía aún fresca. «Ned…», repetía ella con un hilo de voz. «¡Lyanna, sí, soy Ned, he venido a buscarte, a llevarte a Invernalia! ¿Qué te han hecho? ¿Qué es esta sangre?» Se abalanzó sobre ella, abrazándola y soltando lágrimas como un niño. La muchacha estaba fría y no tenía fuerzas para devolverle el abrazo. Eddard sollozaba sobre su cabello, que estaba cubierto por una corona de rosas secas y marchitas. Escuchó un gemido cerca de él. Miró por encima del hombro de Lyanna y vio un bulto que se movía, envuelto en sábanas manchadas de sangre. Alargó el brazo con cautela y descubrió un bebé de pocos días. ¡Había tenido un niño del príncipe dragón, un Targaryen! «Te violó, Lyanna. Robert tenía razón… Rhaegar te violó.» ¿Es que nunca iba a acabar esa pesadilla? Lyanna negó con la cabeza: «No… él… me amaba… y yo a él. Jugué con fuego y me quemé… Pero no me arrepiento… Yo, lo siento tanto…» Empezó a toser. La palidez de su rostro era mortal y Eddard comprendió que estaba diciendo sus últimas palabras. Él no podía parar de llorar, ni tampoco quería. Necesitaba desahogarse como fuera. 

 La joven levantó una mano y le acarició el rostro. «Mi hermano, mi lobo silencioso… Llévame a Invernalia, llévame junto a Padre y Bran…» Ned notó su corazón romperse al escuchar esas palabras. «Y llévate a mi niño, no permitas que le pase nada…» Parecía adivinar los pensamientos de Ned con respecto al bebé dragón. «Llévalo a Invernalia, también es un Stark, un Stark… Prométemelo, Ned…» Sus labios quedaron abiertos y sus ojos se cerraron. Estrechó el cuerpo sin vida de su hermana y lo acunó no supo cuánto tiempo, mojando el rostro de la muerta con sus lágrimas. Howland Reed contemplaba la escena conmovido con la cabeza baja. El niño de cabello oscuro se retorció entre las sábanas y lloró desconsolado. Eddard sólo oía «Prométemelo, Ned, prométemelo, Ned, prométemelo, Ned» en ese llanto infantil. 

8 comentarios:

  1. Me ha encantado! muy emotiva la narración del encuentro con Lyanna y la promesa!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Gracias! Ese momento era el más difícil de contar por ser precisamente el más esperado :)

      Eliminar
  2. Demasiado buena, me encanto porque expresa lo que un fan querria de Martin. Pero de seguro no, nos lo hara asi de facil. Me gusto como respetaste las Habilidades de sir Arthur. Estupenda recopilacion de los hechos. Bravo!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias, querido anónimo. Está claro que Martin no nos lo pondría tan fácil, pero yo no puedo compararme con su ingenio. Me alegra ver que el fic te ha gustado. He intentado ser más o menos respetuosa con lo que pudo ser la historia que ocurrió y con los caracteres de los personajes que no hemos llegado a conocer.

      Un saludo :)

      Eliminar
  3. Sin palabras ante tal encuentro... ¡Y menuda batalla!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Era el momento por excelencia de este fic. Y el encuentro con los capas blancas me costó mucho trabajo, pero hice lo que buenamente pude. :)

      Eliminar
  4. dios! me lo he leído de un tirón en una tarde... Me da una pena enorme lo de Lyanna :(( Me ha encantado

    ResponderEliminar