EDDARD
El calor de Dorne lo
agobiaba. Con la armadura puesta aún era peor y eso aumentaba su cansancio.
Sólo el hecho de saber que estaba cerca de Lyanna le daba las fuerzas para
continuar. Sus compañeros también lo estaban pasando mal. A Willam Dustin,
Ethan Glover, Martyn Cassel, Mark Ryswell y Theo Wull se unió Howland Reed. Ned
se negó al principio a que fuera con ellos a Dorne, porque un lacustre no sabía
luchar con tácticas propias de caballero, pero Howland insistió. «Vuestra
hermana es una mujer valiente que me salvó la vida. Es mi oportunidad para
devolverle el gran favor que me hizo. Os suplico que me dejéis ir con vos.»
Eddard no pudo negarse y accedió. Al fin y al cabo, mejor ser siete, puesto que no sabía si allí iban a encontrar a más hombres armados aparte de los tres capas blancas.
El lugar por el que
cabalgaban era desolador, reseco y polvoriento. Añoraba el frío de Invernalia,
sus densos bosques y su humedad. Ya quedaba poco para volver allí. Sólo tenía
que recuperar a Lyanna y el fin de una pesadilla que duraba un año sería una
realidad. Pronto divisaron la construcción que buscaban. Unos pastores de la
zona les habían indicado el camino y no se habían equivocado. La Torre de la Alegría
se alzaba como un tronco de árbol muerto en medio del paisaje de las Montañas
Rojas de Dorne, carentes de vegetación. El poético sobrenombre no ocultaba una
edificación parecida a una prisión. «Mi hermana está allí, allí… Casi puedo
oírla. Aguanta, Lyanna, ya estoy contigo. Pronto verás Invernalia de nuevo»,
iba pensando Ned.
El grupo se apeó de los
caballos cerca de la puerta de entrada. No tuvieron problema para penetrar en
la torre. Un hombre mayor de porte digno les salió al paso: por el uniforme
debía tratarse de Ser Gerold Hightower, el Lord Comandante. Detrás de él
apareció Ser Oswell Whent. «Os busqué en el Tridente», dijo Ned sin ningún tipo
de preámbulo. «Es evidente que no estábamos allí», contestó Ser Gerold. A lo
que Ser Oswell añadió: «De haber estado, el Usurpador lloraría hoy lágrimas de
sangre.» Ned permaneció inmutable. «Un miembro de la Guardia Real, Ser Jaime
Lannister, mató a Aerys. ¿Dónde estabais en lugar de protegiendo a vuestro
rey?» «Allí no. Si no, Aerys aún se sentaría en el Trono de Hierro y ese
Lannister traidor estaría ardiendo en los Siete Infiernos», respondió Ser
Gerold. Un tercer caballero se unió a la escena: Ser Arthur Dayne, La Espada del Amanecer. Ned admiraba a
ese hombre y conocía su fama de honrado y buen luchador. Siguió con su
interrogatorio, queriendo evitar un derramamiento de sangre. «Bajé a Bastión de
Tormentas, donde muchos aliados de los Targaryen se arrodillaron ante el
estandarte de Robert. Pensé que estaríais allí.» Ser Arthur exclamó indignado: «¡No nos arrodillamos ante nadie, ni tampoco huimos! ¡Somos miembros de la
Guardia Real e hicimos un juramento, así que basta de cháchara, esto va a
empezar ahora mismo!», dijo poniéndose el yelmo y desenvainando Albor, cuya hoja era blanquísima y
parecía desprender luz propia. Sus compañeros lo imitaron y tomaron posiciones
de ataque. El enfrentamiento era inminente.
Ned se puso al frente
de sus compañeros y también sacaron las espadas. «Nosotros somos siete. No
sería una lucha justa. Propongo tres contra tres.» Los miembros de la Guardia
Real se hicieron unas señas que no supo interpretar. De repente, lanzaron un
ataque que pilló a los suyos por sorpresa. El Lord Comandante blandió su espada
contra Martyn Cassel y Mark Ryswell. A pesar de la edad, sus mandobles eran
poderosos y veloces. Los dos hombres de Ned repelían los ataques de Ser Gerold
como podían. Por su parte, Ser Oswell hizo frente a Ethan Glover y Theo Wull.
Eran caballeros de primer orden y no se rendirían ante nada, morirían
cumpliendo el mandato de Rhaegar. Ser Arthur eligió a Ned como adversario. Éste
indicó a Howland Reed y a Willam Dustin que buscaran a Lyanna con un gesto de
su cabeza y esperó el ataque del contrario. A su alrededor se desarrollaba la
lucha de los otros hombres. Eddard concentró toda su atención en Albor y su dueño. Ser Arthur empuñaba la
espada con ambas manos, lanzando estocadas certeras contra Ned, que las evitaba
como mejor sabía. Los golpes de la espada de filo blanco le hacían temblar el
brazo. Ser Arthur consiguió infligir una herida en el pliegue del codo
izquierdo de Ned, que aulló de dolor mientras que la sangre fluía. «Aguanta,
Lyanna, ya estoy aquí… ¿no me oyes?», le decía una voz interior. Por el rabillo
del ojo vio caer al suelo a Martyn Cassel con un horrible corte en el cuello
por el que salía un chorro oscuro y espeso. «Otro muerto más, no…», pensó.
Reaccionó con furia, recuperando las fuerzas a pesar de la herida. Escuchó a
Ethan gritar y lo vio ensartado en la espada de Ser Oswell, que a su vez era
degollado por Theo Wull. Aquello era una masacre. Mark Ryswell seguía peleando
contra Ser Gerold. Theo miró a Ned y éste negó con la cabeza. El amigo entendió
el mensaje: Ser Arthur era cosa suya. El otro se unió a Mark en su pelea contra
el Lord Comandante.
Ned resistía los golpes
de Albor, pero notaba que estaba al
límite de sus fuerzas. «¡Los honorables Stark!», gritó de repente Ser Arthur. «¡Merecéis morir por deshonrar a jóvenes inocentes!» Ahora entendía por qué La Espada del Amanecer lo había elegido
como su objetivo. Algo ocurrió realmente entre Brandon y Ashara Dayne en
Harrenhal y su hermano quería vengar su honra. ¡Pero él no tenía la culpa de
todo aquello! En medio de la lucha escuchó a Willam gritar su nombre con
desesperación y lo vio bajar atropelladamente. ¿Qué habrían encontrado? «¡Ned,
tu hermana está arriba, tienes que venir, ella…!» Antes de terminar de hablar,
Ser Gerold le asestó una estocada en el cuello, aprovechando la confusión de
sus dos atacantes ante las palabras de Willam. «¡Maldito asesinoooooo!», rugió
Theo que, agarrando su espada con las dos manos, la hundió en la ingle del Lord
Comandante, que comenzó a desangrarse. Éste pudo dar un último golpe de espada
a su atacante, seccionándole la pierna de cuajo a la altura de la rodilla. La
escena era peor que lo que Eddard había visto en el Tridente.
Sólo quedaban Mark, Ned
y Ser Arthur. Howland Reed no había vuelto del piso superior de la torre. ¿Qué
estaba pasando allí arriba? ¿Por qué esos gritos de horror de Willam? Mark se
puso junto a Eddard para enfrentarse a Ser Arthur, que se había quitado el
yelmo. Aunque el rostro estaba sudoroso, no mostraba cansancio ninguno en él.
La lucha continuó entre los tres hasta que Ser Arthur consiguió cortar el brazo
de la espada de Mark y clavar la punta de Albor
en el cuello, dejándolo malherido. De nuevo eran Ned y él frente a frente. El
joven Stark ya no sabía como atacar para rozar siquiera al capa blanca. El
cansancio que sentía era su peor enemigo. Las piernas le fallaron y cayó sobre
una de sus rodillas. Ser Arthur levantó Albor
para asestar el golpe final cuando apareció Howland Reed. No llevaba espada
al uso, sólo un arma corta que movía con rapidez. Atacó a Ser Arthur por el
costado, buscando el hueco entre las dos partes de la armadura y clavándole el
afilado cuchillo en un punto fatal. El caballero se zafó del ataque del
lacustre, echándose mano a la herida, algo que Eddard aprovechó para
levantarse, desarmarlo y darle el espadazo mortal en el cuello. Ser Arthur
abrió los ojos con sorpresa y miró hacia Albor,
que refulgía en el suelo, abandonada. Se desplomó pesadamente sobre el charco
de sangre que se extendía por el suelo, procedente de los cadáveres.
Eddard contempló la
estancia horrorizado. Todos asesinados o heridos mortalmente menos Howland y él. «Me has salvado la
vida», dijo agradecido. «Ahora, llévame con mi hermana.» Subieron hasta el último
piso de la torre. El lacustre lo guió por un pasillo desnudo hasta una
habitación cuya puerta estaba entreabierta. Allí estaba, por fin… Entró
sonriendo al pensar en lo que encontraría: Lyanna alegre por ver a su hermano,
a un ser querido, que la devolvería a su hogar… Qué decepción sufrió. El sitio
estaba oscuro y olía a rosas y a muerte. Oyó un lamento que procedía del enorme
lecho. «Ned… Ned… sabía que vendrías…» Esa voz tan débil no podía ser de su
hermana. ¿Qué le pasaba? Corrió hacia la cama y se frenó ante lo que vio: había
sangre por todas partes. Alguna estaba ya seca y otra se veía aún fresca. «Ned…», repetía ella con un hilo de voz. «¡Lyanna, sí, soy Ned, he venido a
buscarte, a llevarte a Invernalia! ¿Qué te han hecho? ¿Qué es esta sangre?» Se
abalanzó sobre ella, abrazándola y soltando lágrimas como un niño. La muchacha
estaba fría y no tenía fuerzas para devolverle el abrazo. Eddard sollozaba
sobre su cabello, que estaba cubierto por una corona de rosas secas y marchitas.
Escuchó un gemido cerca de él. Miró por encima del hombro de Lyanna y vio un
bulto que se movía, envuelto en sábanas manchadas de sangre. Alargó el brazo
con cautela y descubrió un bebé de pocos días. ¡Había tenido un niño del
príncipe dragón, un Targaryen! «Te violó, Lyanna. Robert tenía razón… Rhaegar te violó.» ¿Es
que nunca iba a acabar esa pesadilla? Lyanna negó con la cabeza: «No… él… me
amaba… y yo a él. Jugué con fuego y me quemé… Pero no me arrepiento… Yo, lo
siento tanto…» Empezó a toser. La palidez de su rostro era mortal y Eddard
comprendió que estaba diciendo sus últimas palabras. Él no podía parar de
llorar, ni tampoco quería. Necesitaba desahogarse como fuera.
La joven levantó
una mano y le acarició el rostro. «Mi hermano, mi lobo silencioso… Llévame a
Invernalia, llévame junto a Padre y Bran…» Ned notó su corazón romperse al
escuchar esas palabras. «Y llévate a mi niño, no permitas que le pase nada…» Parecía adivinar los pensamientos de Ned con respecto al bebé dragón. «Llévalo a Invernalia, también es un Stark, un Stark… Prométemelo, Ned…» Sus labios quedaron abiertos y sus ojos se
cerraron. Estrechó el cuerpo sin vida de su hermana y lo acunó no supo cuánto
tiempo, mojando el rostro de la muerta con sus lágrimas. Howland Reed contemplaba la escena
conmovido con la cabeza baja. El niño de cabello oscuro se retorció entre las
sábanas y lloró desconsolado. Eddard sólo oía «Prométemelo, Ned, prométemelo, Ned, prométemelo, Ned» en ese
llanto infantil.
Me ha encantado! muy emotiva la narración del encuentro con Lyanna y la promesa!
ResponderEliminar¡Gracias! Ese momento era el más difícil de contar por ser precisamente el más esperado :)
EliminarDemasiado buena, me encanto porque expresa lo que un fan querria de Martin. Pero de seguro no, nos lo hara asi de facil. Me gusto como respetaste las Habilidades de sir Arthur. Estupenda recopilacion de los hechos. Bravo!
ResponderEliminarMuchas gracias, querido anónimo. Está claro que Martin no nos lo pondría tan fácil, pero yo no puedo compararme con su ingenio. Me alegra ver que el fic te ha gustado. He intentado ser más o menos respetuosa con lo que pudo ser la historia que ocurrió y con los caracteres de los personajes que no hemos llegado a conocer.
EliminarUn saludo :)
Sin palabras ante tal encuentro... ¡Y menuda batalla!
ResponderEliminarEra el momento por excelencia de este fic. Y el encuentro con los capas blancas me costó mucho trabajo, pero hice lo que buenamente pude. :)
Eliminargenial!
ResponderEliminardios! me lo he leído de un tirón en una tarde... Me da una pena enorme lo de Lyanna :(( Me ha encantado
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