LYANNA
Cabalgaron
durante varias horas. El caballo era incansable, con una resistencia sobrenatural.
No cruzaron ni una palabra en todo el trayecto. Lyanna estaba confundida con lo
que había sucedido. Se abrazó al jinete, buscando su calor.
Él la rodeó con un
brazo, fuerte y cuidadoso a la vez. Después de un buen rato, pararon en un
recodo del río para que el animal bebiera agua. Rhaegar bajó del caballo y tomó
a Lyanna en brazos para ayudarla a desmontar. ¿Qué iba a ocurrir ahora?
¿Estarían unos días juntos y la devolvería con su familia? La cosa no era tan
fácil. Rompió el silencio. «Por favor, mi señor príncipe, decidme qué queréis
de mí. Yo sólo pedí veros una vez más antes de casarme, pero no fugarme con
vos. Estoy prometida a Lord Robert Baratheon…» Rhaegar se quitó la capucha. El
pelo plateado refulgía con tintes anaranjados a la luz del atardecer. «Mi
señora, ¿no tendría yo que ser el que preguntara qué queréis? Casi había
conseguido borraros de mi mente y vuestra carta me dio un atisbo de esperanza.»
La muchacha se mordió el labio. ¿Qué locura había cometido? ¡Iba a casarse! Al
mirar a Rhaegar volvió a notar el hormigueo en la parte baja del estómago.
¿Estaba dispuesta a renunciar a él? Se pasó la mano por el pelo en un intento
de organizar sus pensamientos y darle una respuesta. No tuvo tiempo: Rhaegar se
acercó, le tomó la cara entre sus manos y la besó. Al principio fue un beso
suave, pero enseguida se volvió más apasionado. El príncipe abrazó a Lyanna con
fuerza, como si tuviera miedo de que se escapase, y ella se refugió entre sus
brazos. ¡Qué diferente era ser besada por él! Las manos de Rhaegar tocaban su
cuerpo con apremio, tratando de sentir la piel que estaba oculta por el
vestido. Lyanna rompió el beso casi sin aliento. «Por favor… no puedo hacer
esto, no debo…», dijo ella. «Lo siento, no quería ofenderos. Me es imposible
controlarme. Yo… Estoy avergonzado, no sé que me pasa. No volverá a ocurrir»,
respondió él solemnemente bajando la cabeza y apartándose de ella. La situación
era tensa e incómoda. «Será mejor que os devuelva a vuestro hogar. Todo esto no
es más que una locura que sólo puede traer desgracias.» La joven asintió con
tristeza. «Al menos he podido veros una vez más, mi señor», dijo. Tendió su
mano hacia Rhaegar, que la besó con ternura. Cuando levantó la cara y la miró a
través de sus extraños ojos, Lyanna supo que no regresaría. Y no lo lamentó.
Al final Lyanna lo lamentara, esta locura de decisión solo puede traer desgracia, como bien piensa Rhaegar...
ResponderEliminarPobre enamorados..
Víctimas de la fatalidad. Ay, que me emociono.
ResponderEliminarsi tan solo lo hubieran imaginado... :( "El principe Rhaegar amo a su lady Lyanna y miles murieron por ello"
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