AVISO

Este fic contiene sólo especulación. Se basa en diversas teorías que hay por la red. Si no quieres que se te desvele nada que creas importante, no lo leas. Pero insisto: no dice nada que se haya escrito y/o publicado aún. Todos los personajes y lugares pertenecen a G.R.R. Martin.

martes, 25 de diciembre de 2012

Capítulo 29

 
BRANDON
            Despertó helado de frío. El lugar era húmedo y oscuro. Estaba encadenado a la pared de manos y pies, y la cabeza le palpitaba de dolor. Entonces recordó: se había presentado en la Fortaleza Roja exigiendo al príncipe Rhaegar salir a dar la cara por lo que había hecho. Pero el Targaryen no estaba allí. Su padre arrestó a sus acompañantes y los encerró en los calabozos. Él fue golpeado para que no se resistiera. No sabía nada de ellos y, lo peor, nadie conocía su paradero porque todo lo habían hecho en secreto. Se puso de pie para no mojarse más de lo que ya estaba. Un ruido lo puso alerta: era el sonido de una llave en la puerta, que se abrió dejando paso al carcelero. «Vamos, su Alteza quiere verte.» Le quitaron los grilletes, le ataron las manos y lo condujeron por un laberinto de puertas y pasillos iluminados tristemente por unas pocas antorchas.
 
Llegados a un piso superior, vio a su padre. ¿Qué hacía allí? Supuso que Aerys lo había hecho llamar a su presencia. «Padre», dijo Brandon, «¿Por qué estáis aquí? ¿Qué sabéis de todo lo que ha ocurrido?» Lord Rickard quiso abrazar a su hijo, pero el carcelero se lo impidió. «Enviaron un cuervo desde la Fortaleza Roja pidiendo que los padres de tus acompañantes y yo viniésemos a responder por vosotros, porque habíais cometido horribles crímenes.» Brandon gritó indignado, tratando de zafarse de los brazos de su acompañante. «Pero, ¿qué mentira es ésa? Vine a exigir que liberaran a Lyanna. ¿No sabéis que el príncipe Rhaegar la secuestró cuando venía hacia aquí?» Su padre negó con la cabeza, sorprendido. «¿Cómo osaste acusar al príncipe? ¿Acaso tenías pruebas, Bran? Ahora habrá que asumir las consecuencias de tus impulsivos actos, hijo mío.» El joven estaba indignado. ¿Qué más prueba había que aquélla? Lo peor era que no sabía que iba a pasar con él ni con todos sus compañeros. «Pero no temas, Brandon. Confío en la magnanimidad de nuestro Rey. Déjame hacer a mí.»
           

Los llevaron ante el rey Aerys. La Sala del Trono estaba atestada de gente y los miembros de la Guardia Real destacaban por el color blanco de sus atuendos. Bran distinguió allí al joven Lannister que había sido nombrado durante el torneo de Harrenhal. También estaban Ser Barristan Selmy y Ser Arthur Dayne. Supuso que la presencia de los capas blancas al completo era una manera de garantizar la seguridad de Aerys, pero no veía la necesidad de tanta espada frente a dos hombres casi indefensos. Lord Rickard Stark iba enfundado en su armadura, mientras que Brandon sólo llevaba la cota de malla, ya que le quitaron parte de su indumentaria de caballero antes de meterlo en la celda. Cogieron al joven y le pasaron una cuerda de cuero por el cuello, que a su vez estaba atada a una argolla en la pared. Lord Rickard no se mostraba nervioso: sólo pedía justicia y esperaba obtenerla del monarca. Exigió un juicio por combate para su hijo y Aerys no puso ningún impedimento. El señor de Invernalia se presentó como campeón de Brandon. No se sabía quién sería el escogido por parte del rey. Aerys se levantó lentamente de su trono forjado con espadas, cuidando de no cortarse una vez más, extendió su brazo delgado lleno de costras y señaló una tea con un dedo huesudo rematado con una uña larga, sucia y curvada. «Elijo al fuego como mi campeón. Quiero ver cómo se derrite un hombre de nieve.» Lord Rickard se quedó anonadado. Brandon leía en su rostro la desesperación y la sorpresa ante una decisión como aquélla. Tenía las manos atadas a la espalda y no podía hacer nada, sólo gritarle a su padre que no se preocupara por él, que se rindiera y se salvara. Ver a su progenitor morir por él era lo último que deseaba. Pero Lord Rickard hizo caso omiso y se revistió de orgullo para enfrentarse al campeón de Aerys. A un gesto de éste, dos soldados tomaron al señor de Invernalia, lo encadenaron y lo colgaron del techo. Nadie del público movía un dedo ante semejante barbaridad, y mucho menos los miembros de la Guardia Real. Lord Rickard forcejeaba pidiendo una oportunidad para defenderse, pero el rey sólo mostraba un odio demente en sus ojos violetas mientras se tocaba la barba amarillenta con las manos. Una vez sujeto, otro soldado hizo una pira bajo los pies del hombre y le prendió fuego. Lord Rickard empezó a toser con fuerza por el humo, mientras las llamas alcanzaban poco a poco sus pies. Brandon se movía desesperado, intentando deshacerse de la cuerda que le sujetaba las manos. Aerys se levantó y, dirigiéndose al joven, le dijo: «Te voy a dar la oportunidad de salvar a tu padre. Aquí tienes una espada.» Un soldado se acercó, soltó las manos a Brandon y depositó una espada a unos pocos centímetros del muchacho. Él estiró el brazo, pero apenas llegaba al arma con la punta de los dedos. La cuerda del cuello se apretaba, tensa e hiriente, a cada intento de Brandon por alcanzar la espada. Notaba la sangre brotar de la herida que empezaba a hacérsele por el roce del cuero sobre su piel, pero los gritos de su padre mientras se quemaba dentro de su armadura eran insoportables. Tenía que tomar la espada como fuera. Metió los dedos de la mano izquierda entre la cuerda y el cuello para aflojarla al tiempo que volvía a estirar el brazo derecho, pero sus propios dedos agrandaban la herida y lo ahogaban. Lord Rickard seguía emitiendo unos alaridos animales y Aerys estallaba en carcajadas. La armadura estaba al rojo vivo en la parte de las piernas y un líquido espeso chorreaba sobre el fuego y chisporroteaba al contacto con las llamas. Brandon ya no podía emitir sonido alguno debido a la presión de la cuerda sobre su cuello. Sólo pensaba en una cosa: la espada, la espada, la espada… Y matar con ella a Aerys por la tortura a la que estaba sometiendo a su padre, el cual ya había dejado de gritar. Hizo un esfuerzo más… Casi la tenía al alcance, sólo un poco y el arma sería suya… Pero los sentidos lo abandonaban: dejó de oír la risa loca de Aerys, dejó de oler el hedor de la carne quemada, dejó de ver a su padre. Lo último que sintió fue el sabor de la sangre en su boca y el tacto frío de la espada que, por fin, había alcanzado.





FIN DE LA PRIMERA PARTE

8 comentarios:

  1. Oh, que horror, un capitulo demasiado cruel para leerlo, no se como la gente presente pudo quedarse parada sin inmutarse, solo mirando. Que horrible.

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  2. ¿En esta escena se supone que estaba Jaime Lannister, no? Otro que tampoco hizo nada, pero quien empezó a desear ver muerto al rey Aerys por semejante escena...

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    1. Sí, lo he citado :) Pero, en efecto, no hizo nada de nada.

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  3. No podia hacer nada de nada en realidad :( En festin de Cuervos Jaime describe como era ver todo lo que Aerys hacia y no poder hacer nada.

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    1. ¡Gracias por comentar! Debía ser algo complicado, sí.

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  4. Waoooo, este fic me engancho en verdad.

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    1. ¡Gracias! No dudes en comentar al final qué te pareció :)

      Un saludo.

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